A pecho descubierto

La contemplación del pecho femenino abre un abanico de actitudes que va de la admiración al escándalo. En consonancia, su utilización por las interesadas puede fluctuar entre el recato y la exhibición. El movimiento Femen, nacido en Ucrania en 2008, ha hecho de la desnudez femenina un arma de combate en su guerra emancipadora, que ha llevado a algunas militantes, como la tunecina Amina Shui, a enfrentarse a las peores amenazas. Para las seguidoras de Femen en España el hecho de mostrar el busto desnudo no conlleva riesgos tan grandes y quizá por eso se ven impulsadas a incluir ese gesto en acciones más llamativas. Por ejemplo, en vez de colocar fotos en internet, se encaraman en la balaustrada de la tribuna de invitados del Congreso de los Diputados. Así, a horcajadas de la barandilla, mostraron las cámaras, al lado de otras dos compañeras, a Lara Alcázar mientras forcejeaba con la ujier que intentaba descabalgarla. Es verosímil que, mientras lanzaba al aire del hemiciclo sus consignas a favor del aborto libre, sintiera que estaba haciendo historia. A falta de más datos, no sé hasta qué punto era consciente de que estaba enlazando con la leyenda. Ella, nacida en El Entrego.

LA LEYENDA DE LAS CIEN DONCELLAS. Fue precisamente El Entrego el lugar de Asturias donde, en abril de 2001, se presentó el libro «El tributo de las cien doncellas», fruto de una iniciativa de la Asociación Medieval de Bagá (Barcelona), a la que se sumaron instituciones y entidades de otros lugares de España, entre ellas el Ayuntamiento de San Martín del Rey Aurelio. La obra pretendía constatar la vigencia de la llamada «Leyenda del tributo de las cien doncellas» a lo ancho del territorio español, valorando, de paso, su historicidad. Según esa leyenda, durante los primeros tiempos de la Reconquista los cristianos llegaron a un pacto de no agresión con los invasores musulmanes a cambio de entregarles cien vírgenes al año. Y ese ominoso pacto se mantuvo hasta que los cristianos, abochornados por su cobardía, decidieron romperlo, para lo que, además de empuñar las armas, contaron con una ayuda sobrenatural. En el ámbito mediterráneo, el combatiente celestial fue San Esteban, quien, al ayudar a liberar a Galcerán de Pinós, hecho prisionero de los árabes cuando participaba en la conquista de Almería para los reinos de Aragón y Castilla, puso a salvo a las doncellas que iban a ser entregadas a cambio de la libertad del caudillo. En la zona occidental de España quien interviene es Santiago, que se gana con ello el apelativo de Matamoros, pues eso es lo que hace en la batalla de Clavijo, milagro acaecido, según los asturianos, durante el reinado de Ramiro I, y según los leoneses, durante el de Ramiro II, o sea, cien años más tarde. En el libro queda claro que todo es puramente legendario. Ya lo había demostrado cumplidamente José María Roca Franquesa, catedrático de la Universidad de Oviedo, en un largo y muy documentado artículo con el que ganó en 1948 el concurso convocado por la asamblea del XI Centenario ramirense. En ese artículo, que puede encontrarse en el boletín del Instituto de Estudios Asturianos, Roca pone de manifiesto que la leyenda de las cien doncellas, de origen oriental, llega a España mucho después de cuando supuestamente habrían ocurrido los hechos y que hubieron de pasar cuatro siglos para que fuera mencionada por algún autor. En cuanto al «Voto de Santiago», que, en cierto modo, permanece vigente y que en su día se tradujo en enormes beneficios para la iglesia compostelana, nadie como don Claudio Sánchez Albornoz, de cuyo ferviente catolicismo no cabe sospecha, se empleó más a fondo para demostrar que se basó en una descomunal patraña, cuya autoría intelectual correspondió a los monjes de Cluny.

NI ENTREGA NI ENTREGO. En esa línea de restar toda credibilidad a la leyenda de las cien doncellas se mueve el excelente trabajo de los entreguinos José Manuel Blanco Braña y Severino Antuña incluido en el citado libro. Pero no por ello se resisten a dejar constancia de que en su pueblo hay quien da crédito a que Entrego viene de entrega y que se llama así porque era en este lugar donde, en tiempos del rey Aurelio, se entregaban las doncellas a los moros. Semejante teoría no se sostiene por ningún lado. En primer lugar, porque en tiempos del breve reinado (seis años) del rey Aurelio no había nacido aún el castellano y se hablaba un más o menos corrompido latín. Luego, porque, al margen de cualquier incidente histórico, la palabra Entrego es un hidrónimo que viene de «intraticus», o desembocadura de un río en otro, como se percibía claramente en el paraje donde surgió el barrio o lugar de El Entrego cuando el reguero de Bédavo no había sido soterrado y era visible su entrada en el Nalón, circunstancia análoga que se da en otros pueblos de Asturias que tienen un nombre parecido: Entralgo o Entrialgo, en Laviana; Entrago, en Teverga; Antrago, en Cangas del Narcea; Antriaglo, en Piloña; Intriago, en Cangas de Onís. En fin, porque, la leyenda de las cien doncellas, aunque ha tenido ecos en Asturias (la citan Ambrosio de Morales y Luis Alfonso de Carvallo), no ha sido tenida en cuenta por los historiadores locales. Por poner un ejemplo eminente, don Eladio García Jove no la menciona en la historia de Langreo y San Martín del Rey Aurelio que escribió para el «Asturias» de Bellmunt y Canella. Pero estas y otras objeciones no han impedido que la leyenda echara raíces e incluso que creciera hasta dar abundante sombra. La reciente medievalización de las fiestas de La Laguna, en El Entrego, es una prueba más.

LAS FAMOSAS ASTURIANAS. Lejos de mí cualquier atisbo de intención de criticar a la comisión que organiza en la actualidad las fiestas de mi pueblo. Cargar con esa responsabilidad en estos tiempos es una tarea hercúlea. Y lograr movilizar a la gente para dar cuerpo a un programa festivo hilvanado con pocos apoyos económicos, un más difícil todavía. Me conformaría con llamar la atención sobre una posible idea: ya que se toma el asunto del tributo de las cien doncellas como un pretexto, ¿por qué no intentar rescatar para el programa festivo la representación de «Las famosas asturianas», de Lope de Vega? La obra, escrita en 1612, trata precisamente del caso de las cien doncellas. Lope sitúa la acción durante el reinado de Alfonso II el Casto, quien se ve atado de pies y manos por el supuesto pacto nefando que Mauregato, usurpador temporal de su trono, había establecido con los moros a cambio de una paz deshonrosa. Las cien doncellas, la mitad nobles y la mitad plebeyas, están siendo conducidas por los cristianos para ser entregadas a los moros cuando a la que pudiéramos llamar la lideresa, doña Sancha, se le ocurre una forma de protesta que acaba por encorajinar a su enamorado, Nuño Osorio, jefe de las hasta ese momento humilladas fuerzas asturianas. Así motivado, que se diría ahora, Nuño se rebela y con él sus hombres. Sobre la marcha rompen el infame pacto, y, al grito de «¡Santiago!» y con la colaboración de las mujeres, armadas como soldados, atacan a los moros y los derrotan. El infame pacto será roto de facto y ya solo queda la sanción del rey. Alfonso II en principio monta en cólera porque se han desobedecido sus órdenes, pero luego recapacita y considera que la reacción de Nuño Osorio ha sido justa, y le respalda, con lo que se abren de par en par las puertas a un final feliz, boda incluida. Pero la clave de la historia está en la forma de protesta elegida por doña Sancha, que ha consistido en... desnudarse. Cuando ella y sus compañeras de cautiverio se quitan la ropa, les dicen a sus guardianes cristianos que lo hacen porque no están entre hombres, sino entre mujeres como ellas, ya que a poco varoniles que fueran, no las entregarían. En cambio, añaden, cuando lleguen los moros se taparán, porque ellos sí que son hombres. Es, evidentemente, una argumentación machista. Pero quizá por eso produce un efecto fulminante en sus destinatarios. La hermosa y resuelta doña Sancha sabía con quién trataba.

UN RETO ESCÉNICO. «Las famosas asturianas» no es una obra rara ni difícil de encontrar. Está considerada como una de las buenas comedias de Lope de Vega y muy representativa de su estilo. Ediciones Ayalga la publicó en su Colección Popular Asturiana en 1982, en una edición crítica de Alonso Zamora Vicente, que incluye una introducción tan amplia como interesante.

Desde el punto de vista lingüístico tiene la peculiariedad de estar escrita en fabla o lengua antigua, una forma más artificiosa que dialectal que incluye abundantes giros asturianos, ya que Lope de Vega, que nunca estuvo en Asturias, pudo tomar nota de la forma de hablar de asturianos que conociera en Madrid, según apunta Zamora Vicente. Para el argumento Lope probablemente se inspirase en el poema épico «El León de España», del leonés Pedro de la Vecilla Castellanos, contemporáneo suyo. La leyenda de las cien doncellas ha propiciado mucha literatura, tal como prueba Roca Franquesa, pero ninguna tan avalada por la calidad y el prestigio como la de Lope. En los dominios actuales de la «Leyenda del tributo de las cien doncellas», plurales en el aspecto lingüístico -castellano, asturiano, catalán y gallego-, abundan las escenificaciones. Incorporar a Lope de Vega sería todo un alarde, máxime con una obra cuyo potencial es evidente ¿No es acaso éste un reto estimulante para los buenos grupos de teatro que hay actualmente en Asturias y, en particular, en la Cuenca? ¿Hay alguno que esté dispuesto sacar el pecho?

Via: lne.es


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