Era ya casi otoño en el Zuccotti Park del bajo Manhattan; no hacía frío la tarde del 17 de septiembre de 2011, cuando empezaron a llegar los primeros jóvenes con sus máscaras cual Thriller, y en un rato serían miles. Ese día quedará en la historia del activismo político como una fecha tan arbitraria y, a la vez, tan profundamente simbólica como cualquier hito. ¿Fue la consolidación global de una moderna acción civil organizada, la fundación de alguna clase de forma de protestar que nos marcaría desde entonces hasta la actualidad?
La zona se llenó de manifestantes disfrazados de “zombies corporativos”, indignados que prefiguraban a los que les seguirían en Dallas y Miami, en San Francisco, en Atlanta, en Washington, en Chicago, en Madrid en días sucesivos.
“A los bancos los rescatan, a nosotros nos vendieron”, dice la proclama estampada en el pasacalle que le cambia la vista de postal turística a la calle de las finanzas. “El mundo no puede esperar”, se replicaría como frase emblemática. Desembarca fresca y compacta la masa espontánea y salvaje; es la que dirige la furia hacia los fraudes bancarios, la evasión impositiva y las bancarrotas que reciben a la segunda década del siglo con los peores augurios, y que todavía persisten.
Huestes locales
El surgimiento en la Argentina, durante el año pasado, de una modalidad de activismo fuertemente opositor al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, manifiesto en concentraciones populares como las denominadas 13-S y 8-N (2012) y 24-A (2013), configura un tipo de masa no reglamentada por el protocolo de la movilización partidaria o sindical, menos enraizada a un único polo de concentración sino diseminada y en tránsito por distintos enclaves de la Ciudad de Buenos Aires.
Es una masa oscilante entre sus propias raíces –los cacerolazos autoconvocados que marcaron la primera sonora señal de crisis que antecedería a la caída del gobierno de Fernando de la Rúa en 2001– y una incipiente tendencia –si se la compara, por ejemplo, con la presencia de líderes partidarios en la más reciente movilización del 24-A– a incorporarse a un sistema de liderazgos y voceros tradicionales de la vida política argentina.
A pesar de los cambios que la caracterizan como masa opositora, se jacta de no pertenecer a estructuras tradicionales de agrupación partidaria, reclama para sí el valor de representación de cada individuo sobre el conjunto y de ningún agente externo llegado desde los partidos clásicos.
No hay activista sin lema, como el que enuncia Luciano Bugallo, uno de los blogueros impulsores de aquel 8-N, que sostiene todavía la proclama idealista: “Hay quienes observan la realidad tal cual es y se preguntan por qué, y hay quienes nos imaginamos la realidad como jamás ha sido y nos preguntamos: ¿por qué no?”.
Espontaneidad
“El conocimiento es libre.
Somos Anónimos.
Somos Legión.
No perdonamos.
No olvidamos.
¡Esperadnos!” Este es el lema que aglutina a la organización Anonymous de presencia difusa pero de intervenciones contundentes en Internet, como el escrache a la Iglesia de la Cienciología, el ataque y boicot a empresas de servicios y el pirateo a sitios pederastas en señal de repudio.
Como también sucede con los cruzados por el libre uso e intercambio de software informático, todos estos activistas están caracterizados por la dinámica del usuario individual de redes informáticas: sus miembros tendrán, en tanto individuos, cada cual en un espacio autónomo, un enorme poder de transformación social. En las antípodas de la masa centrípeta precursora, abonando a la disgregación de discursos y el quiebre de los grandes relatos que el francés Jean Francois Lyotard atribuyó a la posmodernidad (en La condición postmoderna , 1979), los activistas de la Web son los protagonistas del traspaso de las colectividades sociales a una masa de átomos disgregados en una misma red.
Santiago Siri, integrante del Partido de la Red –que promueve la participación cívica directa, instando a cada ciudadano a “dirigir” a sus representantes parlamentarios– dice que “la estructuración en red representa al activista actual más que su conglomeración en un espacio físico común”.
“Hoy estamos en red –sigue Siri–, y la Red no sólo modificó las formas en que accedemos, producimos y compartimos cultura, sino que también va a descentralizar las formas del poder. La primavera árabe, los Indignados de España, los estudiantes de Chile, las variantes del fenómeno Occupy: son todas expresiones de un gran cambio de paradigma que viene de la mano de las nuevas generaciones y de la Red”.
“El último 8-N –advierte el politólogo (UBA) José Natanson, director de Le Monde Diplomatique edición Cono Sur– contó por primera vez con la presencia de dirigentes de la oposición, lo que no significa que sus consignas hayan cambiado.”
-¿Qué nuevos interrogantes y variaciones del análisis político habilita, en todo caso, esa presencia de políticos en la marcha del pasado 24-A?
-Nos lleva a preguntarnos: ¿Dónde termina el cacerolazo y comienza el acto opositor? Lo que es seguro es que las elecciones distienden, estructuran la competencia política y al final reducen todo a la fría lógica del número, de los ganadores y los perdedores. Los años más complicados, desde el punto de vista de la gobernabilidad, son los años no electorales, cuando no hay salidas a la vista. Los cacerolazos operan mejor en esos contextos.
Bugallo, del grupo 8-N, define cuáles son las nuevas estrategias del activismo organizado: “¿Por qué no armamos un partido político? Porque asumimos que el cambio de paradigma que buscamos puede darse desde cualquier ámbito, no es exclusivo del poder político. Por citar tres ejemplos: Gandhi nunca fue presidente de la India, Jesús no fue rey de Israel, ni el rey Arturo fue rey sino un oficial de Caballería romana. Quizá sean tres ejemplos de personajes muy superiores a nosotros, pero al caso lo ilustran perfectamente”.
Martín Becerra (Universidad Nacional de Quilmes, Conicet) opone que “los procesos políticos amplificados por el uso de las redes sociales pero sin correlato orgánico presentan una debilidad en términos de traducir e institucionalizar sus demandas o propuestas. No obstante, las expresiones que carecen de marcos organizativos consolidados pueden, en su dinámica, ir construyéndolos. Como la historia es procesual, no está escrito que la falta de organización en la actualidad vaya a ser una constante”.
Para Becerra, “manifestaciones como el 24-A son esencialmente demostraciones. En este caso, tal vez no se trata de una demostración de fuerzas, por la carencia de un formato orgánico de la convocatoria, pero sí de niveles de conciencia de un sector de la sociedad argentina respecto de las políticas gubernamentales. Ese sector de la sociedad es, tradicionalmente, influyente en el campo político y tiene, además, peso electoral. Más allá de que hoy no tenga correspondencia organizativa, puede influir en los procesos electorales de este año y de 2015”.
Especificidad
El activista Jonathan Morphurn, integrante de la organización Occupy Judaism que se opone a los rituales de la ortodoxia judía, dice que “las acciones del Nuevo Activismo son tan repentinas y ocurrentes como es la imaginación del deseo”.
Estos chicos, que suelen reunirse en las inmediaciones del Zuccotti Park de Nueva York, prepararon hace tiempo una intervención performática de alto impacto, consistente en infiltrar en plena ceremonia del Pesaj (la Pascua judía), en templo perteneciente a la línea ortodoxa dura, a John/Dana, transexual (de mujer a hombre) camuflado entre los devotos de kipá y rezo bamboleante hacia adelante y atrás.
Estuvo allí, la noche de Pesaj de 2012, cuando alguien desde el primer piso gritó “Ahora”, y John/ Dana descubrió sus pechos y giró 180 grados en cámara lenta, unos segundos antes de que tres tipos de traje negro irrumpieran quién sabe desde dónde para arrastrarla hasta la calle como a una perra o a una de las diez plagas expulsadas de Egipto en la misma fecha del calendario ritual.
Jonathan sigue definiendo a aquella acción de Occupy Judaism como “histórica”.
-¿Por qué histórica?
-Pese a la fugacidad de la experiencia, el final apresurado, la represión, la continuidad de una ceremonia religiosa que no se vio alterada tras la expulsión de John/Dana, los Occupy Judaism basamos nuestra intervención sobre lo real en propuestas de fuerte contenido simbólico. Nadie olvidará a John/Dana en ese templo del Soho, y con eso nos alcanza y nos sobra.
Un rasgo que comparten muchos de los activismos nacidos en lo que va del siglo es el alto grado de especificidad de las consignas y proclamas: la batalla se libra por un atributo acotado de lo social: una función, un régimen de intercambio de mercancía, el acceso o la disponibilidad de una mercancía particular....
Cuando retroceden “los Estados nacionales, los partidos, las profesiones, las tradiciones, las instituciones históricas” –tal como enumera Lyotard–, una batalla puntual adquiere signo de totalidad, concentra una expectativa mayor sobre el devenir de la sociedad en general, tiene efectos expansivos, como sucedió en las recientes conquistas como la Ley de Matrimonio Igualitario o la causa que comparten los integrantes de AACA (Asociación de Agricultores Canábicos Argentinos), cuyo esfuerzo está centrado en “lograr la visibilización del colectivo y revelar las verdades ocultas tras la prohibición –explica Nicolás Breg, su secretario general.
“En la actualidad –dice Breg– estamos activando por la injusta detención de Pablo Colombini, un joven trabajador residente en Saladillo, provincia de Buenos Aires, detenido desde el 7 de febrero pasado sin una sola prueba que demuestre la intención comercial de su cultivo.” “Se encuentra detenido en la cárcel de Olmos (máxima seguridad) por tener ocho plantas para su consumo, en otra clara muestra de lo fuera de contexto que está la Justicia que condena o procesa a ciudadanos mirando su condición social más que los hechos.” Lo específico, como atributo, aparece tambien en los objetivos de la agrupación Masa Crítica, cuyo discurso se plantea en términos de una generalidad de reclamo de derechos y legitimidades ( “... que nos respeten, que no nos encierren, que no nos maten...” ) hasta que, indagando un poco más, aparece la figuración del todo en la parte, la condensación de una identidad y una esperanza de lo colectivo en un aspecto puntual de la existencia que, aquí, se expande a valor universal.
“Tenemos derecho a usar la calle como cualquiera. Es el espacio público...”, reclaman por el uso seguro y protegido de bicicletas, sobre todo, en la Ciudad de Buenos Aires.
La condición de este “particular” dominante, de esta puesta en foco que ambiciona universalidad, es –según conceptualiza el editor, escritor y ciclista Juan Carlos Kreimer, autor de Bici zen: ciclismo urbano como camino– ser conscientes de que esta militancia no es sólo para mejorar el transporte urbano, sino para transformar los paradigmas dominantes que nos conminan a ser meros usuarios tecnodependientes.
En esa transformación que promueven los activistas de lo específico, una de las primeras premisas es: Antes que nada transformate vos .
Dispersión productiva
El cuerpo del activista actual es muy diferente al del militante en masa: el individuo gana autonomía, desde su condición de usuario, por reacción a la interdependiencia de su primo hermano más tradicional.
“Observo más teatralidad en las manifestaciones, en sus formatos –analiza el crítico y gestor cultural Iván Moiseeff– como en el caso de las ucranianas de FEMEN, que recurren al desnudo en sus protestas, o de una actriz que se desviste en las marchas opositoras al gobierno de la Argentina para expresar ‘Nos dejaron sin nada’, pero también en la gente con pelucas, disfrazadas de presos, con carteles ingeniosos. Hoy la noticia fluye con la lógica del espectáculo, que está regido por las leyes de lo erótico y lo bizarro, y que también dice presente en el campo de la protesta.” Nunca tan expuesta esa teatralidad (¡el drama!) como en las máscaras blancas con barbita y bigotín de los Anonymous. Cada uno de sus usuarios –escribió el periodista Chris Landers, ya en abril de 2008– son parte de una bandada de aves.
“¿Por qué sabes que son un grupo? Porque viajan en la misma dirección. En un momento dado, más aves podrían unirse, irse o cambiar completamente de rumbo”, explica.
La brutalidad de sus efectos y la incorrección de sus métodos, están fundamentadas en un derroche de imaginación creadora combinada con iniciativa práctica: sólo en la Argentina, hackearon páginas oficiales en protesta a las trabas en la importación de medicamentos, difundieron información de los jueces que fallaron desfavorablemente a la víctima en el caso Marita Verón (la joven tucumana presuntamente víctima de trata de personas en 2002) y controlaron la cuenta del INDEC bajo la premisa “Basta de mentiras”.
Anonymous es una red de perturbadores del orden virtual global, poco aprehensible para escarmentar, cuyas intervenciones suelen ser sorpresivas. En la actualidad, atraviesa su apogeo discursivo y su pico de legitimidad social tras respaldar con contenido altruista sus hackeos ilegales, en contra de delitos tan condenables como los de lesa humanidad, llámese pedofílica o trata de mujeres.
Operan desligados de juzgamientos morales, hermanados a los suecos de The Pirate Bay –que terminaron enjuiciados por la industria de Hollywood por promover la libre circulación de películas y series– en el sostenimiento de un activismo pulsional por contrapartida a “las vetustas estructuras –define la periodista María Julia Oliván, quien estudió particularmente el caso– de los partidos políticos”.
“La herramienta novedosa que brindan es la posibilidad de organización de un grupo de personas nutrido que quizá nunca se vieron las caras y no necesitan hacerlo para movilizarse en pos de un objetivo. Por otro lado, obligaron a los partidos tradicionales a producir una militancia virtual”, dice Oliván.
Erotismo
Pero, ¿qué une a la iniciativa de FEMEN –la organización feminista internacional nacida en Ucrania, que se congrega bajo el lema “Al desnudo”– con la acción tan profundamente teatral de los activistas Occupy Wall Street, que ayer quemaban fotos de banqueros frente a la sede del City o dramatizaban como un juego de niños talentosos la escena del yugo y el desalojo? Ahí donde están, las FEMEN se enlazan al espíritu de los indignados estadounidenses, cada vez que irrumpen con sus tetas grafiteadas para pedir por la libertad de Amina, por caso, la tunecina arrestada en su país por exhibir los pechos en su página de Facebook. “Mi cuerpo es mío”, dicen las activistas del siglo XXI, fundando un cuerpo militante opuesto al torso protegido en la multitud del militante de masa tradicional.
La irrupción de la desnudez de las activistas de FEMEN es clave para entender la acción política de hoy –se suma el sociólogo Mario Santucho– ligada a “la apertura permanente a la potencia que subyace o que existe en estado de latencia. En ese campo de posibilidades se cuece lo nuevo, y hay que poder leer entre líneas para expresar lo que allí se está gestando. El capitalismo inventó un código para capturar esas virtualidades: el capital financiero, el crédito (o sea la deuda)”.
“Está por verse aún si aparece un pensamiento y una práctica política capaz de ir más allá de la gestión de lo existente, de la mera hegemonía, que sintonice con lo que está por venir, no para capturarlo sino para ayudarlo a existir e incluso para proyectarlo”, agrega.
Alexandra Shevchenko todavía no olvida la mirada lasciva y la semi-sonrisa injuriante del presidente de Rusia, Vladimir Putin, durante una intervención de FEMEN en el marco de la Feria comercial de Hannover (Alemania), ese día de abril en que las activistas ucranianas le exhibieron sus tetas (a él y a la líder germana Angela Merkel) manifestándose contra “un dictador que es expresión cabal del Patriarcado del mundo occidental”.
“Si los hombres usaron el cuerpo femenino para vender –dice la ucraniana fundadora de esta organización que hace del topless su principal herramienta–, ¿por qué no podemos usarlo nosotras para llevar adelante objetivos políticos?”.
Recientemente, convocaron al Día del Yihad Topless, y fue entonces cuando las FEMEN se sacaron las remeras frente a embajadas musulmanas en Europa, pidiendo por el cese de la opresión a Amina, la tunecina con pedido de captura por mostrarse sexy en una página web. Pero la propia Amina Tyler, la perseguida, reaccionó desde el encierro contra los excesos del perfomativismo para manifestar la rabia, poniendo en relieve cómo el show se devora, algunas veces, a la misión pretendida.
“Quemaron banderas frente a una mezquita en París –les reclamó la víctima, llevan escrito mi nombre en sus torsos desnudos. ¡Me perjudican!.”
Colaboró: Lila Bendersky
Via: clarin.com
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