En la Sesión de Control al Gobierno en el Congreso de los Diputados se ha producido un nuevo acto reivindicativo del Colectivo FEMEN en la intervención del Ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón. Al grito de "el aborto es sagrado", han interrumpido al ministro y las activistas han sido expulsadas a la fuerza del hemiciclo. Ante esta interrupción Gallardón ha tenido el descaro y la poca vergüenza de afirmar que lo que se había producido era un atentado a la soberanía popular.
Esta afirmación en boca de un político del Partido Popular es ya de por sí un insulto, sobre todo teniendo en cuenta el desprecio que los ultraconservadores españoles tienen hacia ese concepto básico de cualquier democracia con sus modos cuasi dictatoriales de entender la actividad gubernativa.
No quiero entrar en si la actitud de las activistas de FEMEN es o no correcta ni si el lugar adecuado para la reivindicación es el Parlamento. Soy partidario de la movilización reivindicativa contra las medidas injustas de los gobiernos. Soy uno de los convencidos de que la movilización popular es la que puede cambiar las cosas, tal y como ya ha demostrado la historia. La movilización reivindicativa es el único arma que tenemos los ciudadanos para enfrentarnos a gobiernos letales como el que tenemos ahora y, como tal, tenemos derecho a la protesta. Sin embargo, soy más partidario de la movilización de masas o de la movilización organizada que de las que podríamos llamar particulares, que hacen mucho ruido en el corto plazo pero que se olvidan pronto.
Lo más destacado de lo ocurrido hoy en el Congreso de los Diputados no ha sido el ruido organizado por las activistas de FEMEN —con cuyo mensaje estoy plenamente de acuerdo— sino la nula vergüenza de Alberto Ruiz Gallardón al afirmar que esta protesta atentaba contra la soberanía popular. Señor Gallardón, los atentados a la soberanía popular los está dando su el gobierno de Mariano Rajoy un día sí y al otro también.
En primer atentado contra la soberanía popular perpetrado por el Partido Popular se produjo antes de llegar al Gobierno. El solo hecho de presentarse a las elecciones ya es un atentado grave contra esa soberanía popular, dado que, el hecho de prometer a los españoles cosas que no tenían intención de cumplir con el único fin de asaltar el poder (porque ganar las elecciones con un programa falso no es ganar ni llegar al poder, sino asaltarlo) ya es un modo de atacar contra el principio que fundamenta cualquier sistema democrático. También hay que tener en cuenta el modo de entender la democracia que tienen los ultraconservadores españoles, según el cual este sistema político es sólo el fin para alcanzar el poder, pero una vez alcanzado el objetivo, gobernar de espaldas a los gobernados. Ese sí que es un atentado a la soberanía popular. Hay incluso quien piensa que el PP no ganó las elecciones sino que dio un golpe de Estado. Reflexión exagerada, pero que como todas las exageraciones, suele tener un pequeño punto de verdad.
El segundo atentado contra la soberanía popular que olvida el señor Gallardón es el modo de gobernar cuasi dictatorial. La utilización del Decreto Ley como fórmula legislativa sin pasar por el debate parlamentario se asemeja de modo peligroso al modo de gobernar del general Franco. Pero la utilización de la mayoría absoluta para desmantelar las propuestas de los grupos de la oposición también es un modo de insultar a los ciudadanos ya que los representantes de los partidos de oposición también han sido elegidos por el pueblo. Por tanto, el PP atenta contra la soberanía popular al despreciar y bloquear la actividad parlamentaria convirtiendo el Congreso y el Senado en instituciones vacías de contenido democrático al implantar el sistema de dictadura parlamentaria. Las mayorías absolutas dan estabilidad, pero la democracia también se basa en el consenso, en la negociación, en la búsqueda de acuerdos que el partido de Gallardón desprecia.
El tercer atentado contra la soberanía popular del gobierno de Mariano Rajoy lo encontramos en su actitud de dar la espalda a las reivindicaciones reales de los españoles. Las medidas y reformas del gobierno ultraconservador van orientadas hacia los mercados y los poderes económicos sin tomar en cuenta las verdaderas necesidades de los gobernados. Esto sí que es un atentado. El gobierno de Rajoy es el más contestado en la calle desde 1977. Sin embargo, ellos hacen oídos sordos y se justifican diciendo que quienes protestan no representan a nadie y que ellos gobiernan para aquellos que no salen a la calle, a la mayoría silenciosa. No escuchar al pueblo ni sus reivindicaciones y seguir por el mismo camino marcado por el programa ideológico que no se atrevieron a presentar en las elecciones es un ataque a la soberanía popular como jamás se ha visto, no sólo en este país, sino en cualquier democracia seria.
Cualquier medida tomada por este gobierno ilegítimo es ya de por sí un atentado a la soberanía popular. El ataque contra los derechos fundamentales de los ciudadanos es un atentado a la soberanía popular que ganó esos derechos. Las andanadas genovesas contra la sanidad, la educación, el empleo, los salarios, los derechos de la mujer, etc. son un atentado a la soberanía popular. El solo hecho de mentir en el Parlamento, como hace reiteradamente el Gobierno, es un atentado a la soberanía popular. La implantación de un sistema de dictadura parlamentaria con la coartada de su mayoría absoluta es un atentado a la soberanía popular.
Así que, señor Gallardón, mejor manténgase calladito con los atentados a la soberanía popular porque los primeros que la están vulnerando son ustedes y no se altere porque le hayan interrumpido. No será la primera vez ya que usted se lo está ganando a pulso.
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Via: diarioprogresista.es
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