De un tiempo a esta parte hemos llegado a acostumbrarnos a la presencia mediática de un grupo autodenominado feminista, incluso en sus palabras, sextremista, las polémicas Femen.
Hay quien dice que en un principio no llamaban la atención y por eso empezaron a quitarse la vestimenta superior. En alguna ocasión hasta se quitaron la inferior. Caras de rabia, flores en el pelo, cuerpos pintados, gritos, acoso a quienes piensan distinto. Ideológicamente, bastante cerca de la ONU -quiéranlo o no-; aborto, ideología de género... Hay también algún detalle curioso, si uno bucea en su web se encuentra con una pestaña llamada 'Femenshop', en la que ofrecen, por ejemplo, camisetas al módico precio de... 30 dólares la unidad. O sea, burguesas metidas a montar jaleo.
No puedo evitar pensar en Malala Yousafzai. La chica paquistaní que no ha agredido a nadie, sino que fue ella la agredida por su lucha en favor de la educación para todos. Esa que la ONU debería garantizar y que sí es un derecho fundamental. Como les recordó con su frase: «Un bolígrafo, un libro, un profesor y un niño... pueden cambiar el mundo».
La joven que recibió el Premio Sajarov por esta lucha. Nos recuerda continuamente la lucha histórica de los empobrecidos que gritaron en la I Internacional 'contra la ignorancia, periódicos y libros'. De mujeres que, desde una actitud moral y desde la izquierda, como Rosa Luxemburgo, proclamaban que hay que luchar por la libertad de quienes piensan distinto. Todo lo contrario del feminismo pijo, que dispone de 30 dólares para gastar en una camiseta.
Via: lavozdigital.es
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