Josep Mir i Ardvol
Las imágenes que trasmitía TV3, la televisión pública de la Generalitat de Catalunya, eran terribles. Se trataba de un video grabado por los fanáticos terroristas de Boko Haram (La educación Occidental es pecado) que secuestró a 276 niñas nigerianas, mayoritariamente cristianas, y amenaza con venderlas como esclavas en nombre del Islam. Las imágenes mostraban a un buen número de ellas enfundadas en telas negras y grises que solo permitían ver su cara, recitando su profesión de fe musulmana en una parodia de lo que es una conversión. A estas no las devolverán en ningún caso -dicen- porque son ahora sus “hermanas” en la fe. También aparecía su líder, que en tono amenazante exigía un intercambio de prisioneros a cambio de las niñas. Todo era repulsivo y desmesurado, una manifestación de venganza y salvajismo. Hasta aquí, lo que ofrecía TV3 no difería de otras televisiones. Pero, acabada la información directa, se sintió necesitada, como hace siempre, de “orientar” ideológicamente a los catalanes y el planteamiento no pudo ser más demagógico y perverso. Porque lo que ofreció fue un marco, en parte verdad y en parte falso, que venía a justificar la salvajada de Boko Haram. Presentaba al grupo y al dirigente como el resultado -la víctima- de la represesión del ejercito de Nigeria, y el conflicto como la consecuencia entre un “norte musulmán, pobre, y agrícola”, y un “sur cristiano, rico, con petróleo, y cosmopolita” reduciendo el país a una parodia nacida de los propios argumentos del islamismo intolerante. Solo falta que las salvajadas encuentren “comprensión”.
TV3, un medio público, que como todos vive de la subvención y no de su trabajo, encarna una ideología propia, es un partido que no se presenta a las elecciones pero que hace campaña cada día, y que negocia con el poder institucional de tú a tú. Es bien sabido que, por razones de un progresismo perfectamente reaccionario, TV3 es pro islámica sin matices, al tiempo que -una contradicción más- defiende un laicismo radical que tiene como objeto de sus iras a la Iglesia Católica, y constituye una plataforma privilegiada para todos aquellos que la envistan, y si llevan habito mejor. Todos estos excesos han alcanzado en este caso un nivel impresentable por indigno.
El mismo día, 12 de mayo, y en las páginas que informan sobre los programas de televisión, El País publicaba en un recuadro una pequeña fotografía de dos Femen empelotadas mostrando sus argumentos acompañada del siguiente texto como publicidad de un programa de uno de los canales de ‘Canal+’: La cadena de pago estrena “Ucrania no es un burdel”. El título ya es de por si ofensivo, porque quiere desmentir algo que no es ni mucho menos notorio. Documental que, por vez primera, ofrece una visión intima de las Femen, la organización feminista más provocativa del mundo. Indignadas por la imagen que se da al mundo de la mujer ucraniana, bien como novias a la venta o como mercancía para el turismo sexual, Femen desnuda sus pechos en protesta para acabar con esta percepción y agitar así las conciencias de las fuerzas patriarcales. Las mentes que están detrás de todo esto, desde el pase del programa -un reportaje promovido por la propia Femen- hasta el texto final, señalan una mentalidad que, como TV3, construye un imaginario para inocular su ideología. Primero da por sentado algo ofensivo que está lejos de ser cierto, que las ucranianas son conocidas en el mundo como mercancía con la que comercializar, y a partir de esta deformación inventan un papel en el que las Femen son unas nuevas heroínas de papel. Reintegrarán a las mujeres de Ucrania su imagen real a base de mostrar sus pechos al aire, y a base de mostrarlos “agitaran” la conciencia de los presuntos patriarcas. En realidad, las Femen y los medios de comunicación que les dan cancha son una contradicción extrema con lo más fundamental del feminismo, la dignidad de la mujer.
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