SIN EMBARGO/Gisela Pérez de Acha (@gisela_pda)
Parecería que nuestro cuerpo ya no es nuestro. Sí, hablo de las mujeres, porque así se siente. En el lenguaje macho, machista, “machín”, el cuerpo y las tetas –como su máximo exponente– son un mero objeto, una cosa usable. Su último fin: saciar las necesidades sexuales y reproductivas de los hombres. La mujer que enseña las tetas se expone, y la que enseña el pezón es porque pide sexo a gritos. Parecería que no tenemos escape.
En esta tesis se maneja Femen, un grupo de protesta ucraniano que utiliza las tetas como lienzo que sirve de medio para su único fin: recuperar la propiedad del cuerpo.
En marzo de este año, las controversiales chavas publicaron un libro en colaboración con la periodista francesa Galia Ackerman, donde explican mejor que nunca su percepción y teorías sobre el cuerpo y la protesta:
Con la aparición de la propiedad privada, los hombres sintieron la necesidad de transmitir sus propiedades en herencia a sus hijos, y es así como surge la necesidad de controlar la sexualidad y la reproducción femenina. Cuando las mujeres salen topless a protestar, destruyen las bases mismas del patriarcado que se funda en la transmisión de la propiedad privada entre padre e hijos (…) Soy libre, estoy desnuda y estoy lista a acoger en mí al hombre que se me pegue la gana.”[1]
Era el año 2007. Anna, Inna, Sascha y Oskana se reúnen en un grupo de lectura socialista en el contexto de una Ucrania post-soviética que acababa de vivir la Revolución Naranja del 2004. Aquí se gesta Femen. Nombre que viene del vocablo en latín que significa muslo, pero poco importa, es un nombre que suena a femme y recuerda a la mujer. Comienza la revolución.
Un nombre taquillero y un grupo de mujeres en contra de la opresión del capitalismo, el reino de los hombres y la religión. En contra de todo sistema que oprime a la mujer y cree que las tetas son para el disfrute de los hombres: el patriarcado.
La revolución de las Femen es posmoderna, conlleva la libertad, el individualismo y la subversión característicos de la época. Es artística, porque utiliza el cuerpo como lienzo estético. Además es material, porque retomando principios marxistas, se basa en la materia corporal como referente de cambio.
Tal vez sea que las Femen entendieron que en un mundo tan centrado en el placer y las adquisiciones materiales, las revoluciones tendrían que encaminarse a deconstruir estos significados.
Y entonces el materialismo cobra relevancia en sus dos acepciones. La primera, como teoría que la materia física es la única realidad fundamental y que todos los fenómenos pueden ser explicados como manifestación o resultados de la misma. La segunda, como doctrina marxista que el cambio económico o social sólo puede ser causado por quien es dueño de la materia.
En el caso de las Femen, la materia es el cuerpo femenino explotado por los hombres, pero propiedad última de la mujer y único factor de cambio. De nuevo, en sus palabras:
Vivimos en un mundo de ocupación masculina económica, cultural e ideológica. En este mundo, la mujer es una esclava privada de todo derecho de propiedad, particularmente, del derecho de propiedad sobre su propio cuerpo (…) Separado de la mujer, el cuerpo se ha convertido en el objeto de una monstruosa explotación patriarcal.”[2]
No es una frase vacía. La privatización es un medio de control. Ya Engels había dicho antes que la clase dominante privatiza todos los medios de producción y reproducción de la vida humana. Es decir, no sólo los medios para la existencia (comida, ropa y abrigo) pasan a ser propiedad privada, sino que también lo son los medios de producción del ser humano mismo en el sentido reproductivo y la continuación de la especie. Por eso el cuerpo de la mujer se privatiza: porque es el único biológicamente capaz de reproducir.
Foto Jacob Khrist
En el lenguaje de las Femen, los hombres “explotan” el cuerpo de la mujer sin poseerlo. Dicha explotación significa lucrar con el cuerpo femenino y disponer de él.
Pero este discurso no pertenece solamente a los hombres, sin duda existen mujeres que también lo replican. Además, es curioso que ante una misma imagen hombres y mujeres reaccionen igual. Al ver a un grupo de chavas desnudas protestando se interpreta que seguro son tontas, prostitutas (como si serlo fuera malo) o que su mensaje está completamente vacío. Quien diga eso tendría que decir lo mismo de un Engels con tetas de mujer que sale a la calle en el año 2013 a predicar sus teorías. Tal vez ese sea el problema.
Inclusive algunas feministas se han encargado de que a las Femen les lluevan adjetivos y calificaciones de contradictorias y vacías. ¿Cómo van a estar en contra de la prostitución desnudándose? Empoderar las tetas así, es en el lenguaje feminista un acto de liberación, cuya coherencia está en predicar la libertad en la pornografía y la prostitución. Caen en la tremenda soberbia occidental de dividir las cosas en dos. En su lenguaje, o eres feminista o eres anti-feminista, o eres pro-porno o anti-porno. Caen de nuevo, en el enjuiciamiento moral ante cualquiera que se “desvíe” de sus reglas: un feminismo intolerante que predica desde la fe.
Claro, la doctrina feminista se desarrolló sobre todo en Europa y Estados Unidos alrededor de 1970, en una época en la que Ucrania vivía la Guerra Fría bajo la ocupación rusa. Con el mundo dividido en dos, las ideas occidentales no cruzaban la frontera. Cuarenta años más tarde, su idea de feminismo es algo diferente. El cuerpo sigue siendo el sujeto feminista, pero cambian los modos de acción. Ya no son manifiestos teóricos interminables, sino imágenes y videos directos, claros e irreverentes que se reproducen en internet. Con sus slogans, las Femen han entendido el mundo de los 140 caracteres.
Consignas políticas que recorren los pezones. We have hands to stop rape! No is NO! Fuck Putin! Women are not objects! Fuck your morals! In gay we trust!
¿Qué hace el mundo masculino? Lo primero los excita, los llama a cogérselas, a interpretar que lo piden a gritos: el principio de las violaciones. Lo segundo los ofende, porque son ellos los que están detrás de todo el sistema de símbolos. Sus símbolos entran en una deliciosa paradoja, y corren peligro. Para las Femen:
Los senos desnudos enojan particularmente a los hombres porque son el instrumento que alimenta a los bebés (…) Si no tuvieran esta función alimenticia, tal vez los pechos femeninos serían percibidos de la misma manera que la de los hombres. ¿Qué derecho tiene este útil de reproducción -la mujer- que osa colocar en sus senos desnudos lo que piensa, sus ideales e ideas? ¡Qué escándalo!”[3]
El Estado y sus leyes son representaciones históricas del poder de los hombres. Las tetas son para alimentar y para excitar, no para que se expresen. Tal vez el cuerpo pueda ser un lienzo en el arte posmoderno de los años setenta y ochenta. Eso ya lo superamos. Pero las tetas en una protesta política son ilegales. Arresten a sus portadoras, dice el Estado. Que los policías aprovechen para manosearlas. Intimiden. Persigan. Inventen cualquier delito. Claro, el favorito: ¡¡ la perturbación del orden público!! Censuren esas tetas, que mi pene ya no puede más.
Pero no es cualquier cuerpo el que genera censura, sino que es una representación del cuerpo femenino, usado en contextos políticos incómodos, lo que genera la censura de las tetas. La protesta de las Femen se hace a través de imágenes. Es decir, se disgrega el momento real de la acción y el momento en que el público percibe las tetas y sus slogans en fotos de periódicos y redes sociales. Entonces el foco de la controversia es -no el cuerpo- sino la representación del cuerpo, las imágenes y los simbolismos.
Subvertir significa trastornar, revolver y destruir, especialmente en lo moral. Viene del prefijo sub que significa “abajo”, y de vertere que significa dar vueltas. En el arte significa retomar una imagen y vaciarla de significado para exponer su ridiculez en un contexto distinto. Las Femen y sus fotos y videos subvierten el erótico mensaje: vacían el significado de las tetas al colocarlas en una protesta política. Entienden que las tetas venden, y usan eso a su favor para recuperarlas.
A la larga, descubrimos que la protesta femenina podría interesarle a la prensa, a condición de que se tratara de un espectáculo. Los periodistas se alimentan del escándalo, el sexo y la muerte, porque eso es lo que vende. Además, sin la prensa no existimos. Si no pasamos a las planas del periódico, es como si nuestra acción nunca hubiera pasado.”[4]
Si el cuerpo de la mujer es hoy en día propiedad de los hombres, la irreverencia de las Femen está en tomarlo de regreso. El arma es el cuerpo, y la táctica el terrorismo sexual. Lo erótico llevado al extremo, el “sextremismo”.[5]
Y entonces con las Femen cambia la relación víctima-victimario. Con las tetas al aire, los hombres se convierten en las víctimas de su propio sistema de símbolos eróticos que no pueden resistir. La que enseña las tetas lo hace para desafiar al sistema, no para ser violada u objetivizada.
Nace entonces un feminismo sui generis. Un feminismo que hace las preguntas correctas para evidenciar las relaciones de poder. Un feminismo pop y mainstream,Subversivo, erótico, destructivo, guerrero y delicioso.
Las tetas preguntan, pero no tienen la soberbia para responder.
No es la revolución del proletariado, es la revolución del cuerpo. Es desafiar la propiedad del cuerpo de la mujer y la plusvalía de lo erótico. Femen es la revolución de mensajes y significados, incluyendo el feminista. Femen es la revolución de las tetas.
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[1] Todas las citas que aparecen fueron tomadas del libro Femen publicado en francés, donde la periodista Galia Ackerman entrevista a las integrantes del grupo. Femen. Galia Ackerman. Editorial Calman-Lévy. Impreso en marzo del 2013. París.
[2] Femen, Ackerman. Página 3.
[3] Femen, Ackerman. Página 111.
[4]Femen, Ackerman. Página 88.
[5] Femen, Ackerman. Manifiesto Femen.
Via: nssoaxaca.com
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