Femen, ¿por qué nadie está con ellas?

Femen, ¿por qué nadie está con ellas?

El grupo ucraniano Femen parece haber desconcertado a todo el mundo y ha generado las opiniones más variopintas. Desde feministas de siempre que las odian a personas que están convencidas de que se trata de un grupo financiado por la CIA para desestabilizar al mundo árabe.

Un rápido vistazo a las redes me ha convencido de que, en general, no despiertan mucha simpatía dentro del feminismo y fuera de él casi nadie se las toma en serio. El desconcierto feminista, a mi entender, tiene que ver con varios aspectos que al mezclarse, dan como resultado una amalgama compleja a la que voy a intentar acercarme. El principal problema, a mi entender, es que miramos a Femen desde nuestra propia historia y cultura política, y no desde la suya.

A primera vista los objetivos políticos expresados por ellas mismas en sus páginas de Facebook o en su web original parecen, como poco, ingenuos. Según su propia definición Femen es: “una organización de mujeres activistas en ‘top less’ que defienden su igualdad sexual y social en el mundo”. Añaden cosas como que el grupo “quiere mejorar las oportunidades de las mujeres en el mundo y (…) desarrollar el liderazgo, cualidades intelectuales y morales de las mujeres jóvenes (en Ucrania)” Esto es tan general y vago que mucha gente piensa que el único objetivo de Femen es salir en la televisión, lo que estaba asegurado una vez que enseñan las tetas.

En contra de esta interpretación hay algo que no debemos pasar por alto: que como consecuencia de esas protestas algunas de sus activistas afrontan importantes penas de cárcel, violencia policial, etc. Recordemos que lo que aquí no pasa de ser una falta o un delito menor puede ser un delito grave en algunos de los países ex socialistas como Rusia o Ucrania. Recordemos también que Femen es de las pocas organizaciones que realizan un activismo claramente antireligioso con acciones que dejan pálidas a aquella que aquí consistió en hacer topless en la capilla de la Complutense. Recordando lo que ocurrió entonces, (únicamente por sacar las tetas) podemos imaginarnos lo peligroso que es hacer jueguecitos sexuales con la cruz en una iglesia ortodoxa. A mí me parece admirable que sean capaces de entrar en una iglesia y arrancar los símbolos religiosos, o protestarle al papa en las narices, en pleno Vaticano. Es una acción pacífica, no daña a las personas, pero es de un enorme simbolismo y nada comparable al daño que estas iglesia nos hace a las mujeres.

El peligro físico que esas activistas corren, que es real, cada vez que protestan se olvida con mucha ligereza y, en cambio, desde sectores del feminismo se critica su uso del desnudo como reclamo. Aquí se mezclan –de nuevo- varias cosas. Por una parte, allí (aquí) donde una parte del feminismo se ha institucionalizado y ha accedido a espacios de poder (con todo lo que esto tiene de positivo) se abandonan otros espacios más cuestionables, y en lo que se refiere a este sector del feminismo, uno de los espacios que se han ido abandonando es el del sexo. Cuando nuestro feminismo fue ocupando espacios políticos “serios” rechazó lo sexual porque ya sabemos que el ideal de lo cívico descansa en la oposición entre razón, por un lado, y cuerpo y deseo por el otro. Así, lo sexual queda fuera del ámbito de la ciudadanía y aunque esta separación fuera denunciada en su día por el feminismo, éste ha ido cayendo en lo mismo que denunciaba según alcanzaba mayores cuotas de poder (poder necesario y legítimamente deseado, por otra parte). Pero, además, ocurre que vivimos rodeadas de representaciones misóginas del cuerpo de las mujeres: en la publicidad, en la pornografía, en el arte, en la cultura en general…y que esto nos ha empujado a veces -a todas las feministas- a mirar con suspicacia casi cualquier representación sexual del cuerpo femenino.

Es normal este rechazo, pero también es peligroso porque pasamos por alto las posibilidades cuestionadoras del orden social, liberadoras, trasgresoras… de la sexualidad. Y aun sabiendo que la sexualidad está en la base misma de la ideología patriarcal, renunciamos a politizarla adecuadamente. En realidad, hemos sido expropiadas de nuestro propio cuerpo y a veces no nos damos cuenta.

Teniendo esto en cuenta que suele hacer referencia al feminismo clásico, en el caso de Femen podríamos pensar entonces que “el otro” feminismo, el feminismo queer, el feminismo proprostitución, el feminismo postporno, etc., vería con simpatía esta forma de protesta. Y sin embargo nos encontramos con que tal cosa no sucede. En este caso creo que la razón no es la forma sino el fondo. Femen surgió como organización con el objetivo prioritario de luchar contra la legalización de la prostitución que el gobierno de Ucrania planeaba llevar a cabo con motivo del campeonato de fútbol en 2012 y con el objetivo de que la compra de servicios sexuales se convirtiera en un delito. Desde entonces, este es su principal campo de batalla. Es decir, Femen saca las tetas para protestar por todo aquello que a este feminismo le parece bien, contracultural, trasgresor y, por tanto, casi automáticamente defendible. Y justo porque saca las tetas es rechazado por el otro feminismo, que opina que Femen fomenta los estereotipos sexistas. Así que Femen no tiene en la Europa postfeminista (no me adhiero a esta etiqueta) quien le defienda y, por el contrario, molesta a todo el mundo. No parecen reprimidas ni moralistas sexuales, como las partidarias de la prostitución acusan a las antiprostitución (a veces como único argumento). Y, al mismo tiempo, para denunciar la prostitución se desnudan en público, cosa que no les parece bien a las feministas clásicas.

Es en este punto donde quizá no estamos teniendo en cuenta el contexto sociocultural en el que surge Femen, muy diferente del nuestro. Femen es fruto de una historia política y una sociedad radicalmente diferente (al menos en los últimos 50 años) de la muestra: la de los países ex socialistas y ahora ortodoxos y brutalmente neoliberales; una cultura que se ha dado de bruces con la situación actual de reacción neoliberal antifeminista pero que no ha conocido las luchas feministas de los años 70 y 80; una sociedad y una cultura política que no ha conocido tampoco políticas de Estado a favor de la igualdad y en la que la igualdad de género no ha sido jamás un tema en la agenda política de ningún partido. Las propuestas feministas de Femen nos suenan a nosotras increíblemente ingenuas, casi anacrónicas. La entrevista publicada en el diario Hoy hace unas semanas revela esa ingenuidad y nos muestra un feminismo puramente defensivo y poco elaborado teóricamente. Hace 30 años también yo veía debates en la televisión en los que se acusaba a las feministas de ser feas e ir mal vestidas y peinadas. Es posible que las feministas de Femen no hayan incorporado la teoría queer a sus planteamientos, pero de lo que no cabe duda es de que sufren formas brutalmente patriarcales que nosotras creemos en ocasiones haber superado, lo que no es cierto; tan sólo las hemos estilizado.

Quizá ellas no se han enfangado todavía en el debate sobre la prostitución, simplemente sufran las consecuencias de un país convertido en un enorme prostíbulo y las consecuencias que eso tiene para todas las mujeres. Sufren las violaciones sin castigo, la violencia cotidiana y las discriminaciones, y han decidido protestar de una manera llamativa y que, de paso no deja de recordarnos que el cuerpo es nuestro campo de batalla, todavía. Nos recuerdan que apropiarnos de nuestros cuerpos para sexualizarlos, protestar, mostrarlos, escandalizar, molestar… es aún nuestro derecho y todavía puede ser una estrategia útil. Femen y la represión que sufren cada vez que enseñan las tetas nos recuerdan también –de manera muy palmaria- la aparente paradoja de que vivimos en un mundo en el que el cuerpo femenino es mostrado sin problema en la publicidad para vender todo tipo de cosas; es utilizado en la pornografía que se vende libremente en cualquier quiosco o librería a la vista de todo el mundo; es mostrado continuamente en la televisión, la fotografía o el cine sin ningún problema, todos los días a todas horas (y desde luego no estoy diciendo que no debiera verse/mostrarse sino hacerlo en condiciones de igualdad con los hombres). Pero al mismo tiempo, si ese mismo cuerpo es mostrado por las propias mujeres no para ofrecerlo a la mirada masculina, sino como arma de protesta, entonces parece otro cuerpo (es otro cuerpo en realidad) y se censura.

Es curioso como ese cuerpo se censura o no dependiendo del significado que le demos a su visibilidad y no respecto a su visibilidad misma. Si es para vender un perfume, si es como apoyatura de un relato patriarcal, puede mostrarse. Si es no comercial y pretende usarse para protestar contra ese relato patriarcal, entonces de repente el mismo cuerpo se vuelve escandaloso y aparecerán policías para taparlo con una manta. Así que cuerpos para vender sí, cuerpos para ser usados sí, cuerpos para someterse también, pero cuerpos en rebeldía no. Las Femen han tenido la desgracia de que no siendo “post… nada” ni postfeministas, ni postporno, ni postmodernas, han decidido mostrar sus tetas casi como si lo fueran. Y eso ha desconcertado a casi todas.

Aquí os dejo algunos artículos serios sobre el tema que incluyen videos con sus acciones:

http://www.guardian.co.uk/world/2013/mar/20/naked-female-warrior-femen-topless-protesters

http://www.theatlantic.com/international/archive/2013/03/the-woman-behind-femens-topless-protest-movement/273970/

Por Beatriz Gimeno

09/04/2013

Publicado originalmente en Pikara

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Via: elciudadano.cl


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