Texto: Ramiro Escobar
Podría decirse que fueron de lo más radicales, aunque no dispararon un tiro. El pasado domingo 1ro. de diciembre, en París, frente a la embajada de Ucrania, cinco integrantes del grupo Femen orinaron sobre fotos del hoy destituido presidente de ese país, Víctor Yanukóvich, en protesta por una ola represiva desatada en la madrugada del día anterior.
El último jueves se hicieron notar en Simferopol, la capital de Crimea, esa región ucraniana que ahora agita pasiones entre Rusia, Estados Unidos y la Unión Europea. Dos militantes del colectivo, irrumpieron a pecho limpio en una concentración prorrusa, bajo el lema “¡Paren la guerra de Putin!” , y terminaron detenidas por la policía.
De Ucrania con furor
¿De dónde han salido este comando que remece la escena mediática y hace que algunos ciudadanos, hombres o mujeres, se toquen de nervios? Pues de Ucrania, un país que, además de estar sumergido en un severo problema político, tiene la penosa fama de albergar altos estándares de prostitución infantil y otras formas de maltrato de género.
Como reportó la cadena Euronews en mayo del 2013, Unicef estima que hay entre 11,000 y 15,000 adolescentes menores de 17 años que ejercen dicho oficio, de manera semioculta, lo que alienta el perverso “turismo sexual”. Femen condena el abuso sexual de menores y lo expresa de manera rotunda y desnuda en lugares públicos.
En junio del 2012, por ejemplo, protagonizaron incidentes en Kyiv de la Eurocopa. Según ellas, el certamen, además de promover el “debilitamiento mental de la gente” y el alcoholismo, llamaba a la prostitución, y la prueba era que los estadios estaban rodeados de prostíbulos.
Ese fue uno de sus momentos de esplendor mediático, ganado por mostrarse –siempre– a pecho desnudo y con escasa ropa, algo que constituye una tentación ineludible para fotógrafos y camarógrafos.
Otra de sus ‘travesuras’ políticas acaeció el 8 de abril del 2013, cuando Vladimir Putin se encontraba de visita en Hannover, Alemania, con motivo de una feria industrial. Ellas irrumpieron cuando el hombre fuerte del Kremlim llegaba, en compañía de la canciller Ángela Merkel.
En uno de los torsos descubiertos se leía, con furiosa tinta roja: “Fuck dictator”. Era una prueba más, por si hiciera falta, de que el contestatario y, digamos, voluptuoso movimiento ya se había extendido por varios países. Actualmente se encuentra -¡y actúa!- en Canadá, Suiza, Alemania, Israel, Francia, Rusia, Italia, Polonia, España, Brasil y, por supuesto, en Ucrania.
El sextremismo
La irrupción de las Femen ha sorprendido a tirios, beatos, troyanos, open mind y hasta a algunas feministas. Desde los tiempos del legendario ‘streaking’ (‘correr desnudo’), que hizo furor en los 70 y que aún se practica (hay bicicleteadas de ciclistas desnudos), el asalto del cuerpo en la vida pública no era tan intenso.
Se les acusa de exhibicionismo, de falta de respeto, de ofender la moral pública. Sus integrantes han sido detenidas en Kyiv, París y Madrid. Su presencia provoca cierta perturbación, acaso porque remecen la normalidad que impone el vestido.
De acuerdo con sus fundadoras –Anna Hutsol, Alexandra Schevchenko, Inna Schevchenko, entre otras–, lo que buscan es que se valoren otras cualidades femeninas, morales e intelectuales, además de exorcizar la imagen de Ucrania como tierra del turismo sexual. Se han declarado enemigas de políticos y religiosos.
En Madrid, el 2 de febrero, arrojaron calzones manchados de rojo al Presidente de la Conferencia Episcopal Española, el conservador Antonio María Rouco Varela, al grito de “el aborto es sagrado”.
También se han presentado –con el pecho desnudo- frente a mezquitas en París, Bruselas, Berlín, lo que les costó amenazas de muerte.
Ciertos claroscuros
En el mundo feminista no hay acuerdo sobre las impactantes acciones de este colectivo. Algunas teóricas y activistas, como la española Beatriz Gimeno, han saludado la llegada de las Femen porque, según ella, “ponen el cuerpo por todas nosotras”, ante una clase política, en su país y en el resto del mundo, que legisla sin consultar, vulnerando derechos y opiniones.
Pero esa no es, necesariamente, la opinión mayoritaria. Carmen Lago, otra española, que lucha contra la trata de mujeres, fue contundente al expresar su opinión para el diario El País. “No entiendo porqué las mujeres tendríamos que ponernos en pelotas para protestar”, dijo. Para ella, se han conseguido muchas otras cosas, sin recurrir a la desnudez pública.
Otra versión que pone un matiz controvertido proviene de ‘Alice’ (sobrenombre), una ex integrante de Femen que ha anunciado un libro en el que contaría algunas interioridades del colectivo. En una reciente entrevista con el periodista Juan Manuel Belliver, del diario El Mundo, cuenta que existe una “jerarquía soterrada”, que impide pensar por cuenta propia.
“No admito que una asociación que lucha por la igualdad reprima de esa manera a sus activistas”, ha dicho, desde cierta clandestinidad que expresa un temor, en efecto, soterrado.
En su documental “Ucrania no es un burdel”, la cineasta australiana Kitty Green sostiene que el fundador de Femen es un hombre, llamado Víctor Svyatski.
Aunque para la documentalista eso no implica un juicio de valor –las Femen posaron a su lado en el último Festival de Venecia, donde el trabajo fue presentado–, los críticos del movimiento han visto en esa presencia un origen sospechoso. Algo así como que, finalmente, hasta en esta iniciativa irreverente aparece la mano patriarcal.
Una rápida mirada histórica, por añadidura, revela que la desnudez femenina como protesta no es algo tan, pero tan nuevo. A fines de los 60, en Estados Unidos, surgió el grupo ‘Witch” (en inglés, ‘bruja’), cuyo mayor acto de subversión social fue presentar a la activista Sharon Krebs, desnuda y con una cabeza de chancho en una bandeja, en la Convención Demócrata.
Otras primaveras
Klara Martens, una militante del movimiento, le dijo al diario Página 12 que son “la primavera de la revolución feminista”. De hecho, el eco de Femen llegó hasta esa otra primavera, la árabe, pues algunas muchachas en Túnez y Egipto se atrevieron a mostrar sus pechos dentro el ecosistema social musulmán, en Facebook y en medio de gran escándalo.
Lo cierto es que, a pesar de no ser muchas, parecen la expresión de un hervidero social el cual, más allá de la verborrea oficiosa, las mujeres siguen siendo relegadas, utilizadas, maltratadas, desnudadas a la fuerza. Por eso, en el Día Internacional de la Mujer conviene recordar que dos pechos son bastante menos obscenos que varias formas de violencia.
Via: larepublica.pe
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