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Este fin de semana se han paseado por Madrid las chicas de Femen. Han tomado el relevo de sus compañeras ucranianas y se han lanzado a las calles con sus delanteras al aire. Después de tomarse tres cortados cada una (¡qué energía!) han llegado hasta el Patio Maravillas al grito de ‘¡Mi arma, mi cuerpo!’ y ‘¡Lucha desnuda!’.Tras ellas, una legión de fotógrafos ávidos de una buena toma de sus pechos. Resumen de la jugada: unas fotografías pretendidamente impactantes que vienen muy bien a algunos moribundos medios de comunicación y unas consignas que podrían haber tenido, ciertamente, más salero.

Resulta paradójico que un movimiento que denuncia la utilización de la mujer como moneda de cambio recurra, precisamente, a la sexualidad de la mujer como gancho para atraer a los medios de comunicación. “Si tras años de lucha por una igualdad / vuelves a usar los viejos, sucios trucos que inventó mamá”, escribió Sabino Méndez.

Me temo que pocas mujeres se verán representadas, y menos identificadas, con este estilo. Y no, algunos no nos escandalizamos al ver un par de tetas. No es la cuestión. El tema es que esta táctica recuerda al periodo más rancio de la publicidad, de cuando, a falta de argumentos, había que vender un coche mostrando una moza subida al capó.

¿Debate generado? Más bien poco. Lástima. ¡Con lo interesante que es el asunto! Dudo que alguna de las integrantes de estas performance pseudo-reivindicativas, más cercanas a una despedida de soltera que a una manifestación, lea este artículo. A pesar de ello, déjenme expresarles mi disgusto. En unos tiempos donde discutir tiene tan mala fama y preferimos estar de acuerdo en todo, no vaya a ser que nos enfademos, a uno le alegra ver personas que ponen sobre el tablero temas tan polémicos, y trascendentes, como el aborto o la sacralidad. La igualdad y la desigualdad. El papel de la mujer en la sociedad. Temas que nos llevan, casi sin querer, a cuestiones más de fondo como la dignidad de la persona o la justicia.

Pero lo que podría ser un debate interesante y fructífero, que si se hace de forma honesta puede dar resultados inesperados para ambas partes, acaba yéndose por el desagüe desde el momento en el que se convierte en un espectáculo. Han demostrado un inaudito talento para sepultar bajo la chorrada y la banalidad asuntos tan importantes como la mujer, el aborto o la igualdad. Amigas de Femen, sentémonos a indagar en qué consiste el aborto, sentémonos a definir lo sagrado. Tomémonos algo para reflexionar sobre lo que nos pertenece, y sobre lo que nos es dado. ¡No tengamos miedo a pensar! Charlemos. Discutamos. Pero por favor, no desperdiciemos esta ocasión reduciéndolo a cuatro tópicos y un escandalito en el Congreso.

Si de verdad se quieren sumar al debate sobre la mujer dejen de un lado las ideologías y discutan. Discutan con vehemencia e intensidad, pero discutan. Esta palabra proviene de quatere, que significa ‘sacudir’. Eso hacían los romanos con las raíces, las sacudían de la tierra para comprobar si eran fuertes. Sacudamos los discursos preestablecidos. Veamos si se sostienen. Si les aburre esta idea, y prefieren un número barato, va a dar la sensación (estoy convencido de que errónea) de que lo que intentan es manipularnos a través de tópicos manidos y reduccionismos simplistas, sin dejar lugar a la reflexión. Pero si en el fondo ni si quiera se trata de eso, y lo que buscan es un poco de fiesta y risas avísennos para no tomarnos esto demasiado en serio. Yo llevo los hielos.

Via: mirada21.es

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