“En Francia hay que poner las cosas por escrito para que a uno lo tomen en serio”, decía hace unos meses Inna Shevchenko, la activista ucraniana que se dio a conocer en las protestas topless del movimiento Femen y que a los 24 años se ha convertido en la líder del movimiento. Ahora ve esa “exigencia” del país en el que vive como asilada política, más como una necesidad: “queremos explicar lo que buscamos y por qué usamos los métodos que usamos”, explica apretando entre las manos el librito recién publicada por Utopia, una casa editorial que la contactó luego de enterarse por Twitter de su interés de un publicar un “manifiesto del sextremismo” que estaba todavía por escribir.
Después de “Charlie” y Copenhague
“Las ideas que defienden las Femen y la manera como lo hacen merecen una tribuna de discusión”, explica Laure Pescarel, quien está al frente de la editorial. El hecho de que el manifiesto haga parte de una colección llamada Superar el patriarcado da una idea de la importancia atribuida al asunto por una editorial conocido por abordar temas como los derechos de los indocumentados, el movimiento antienergía nuclear, el antiextractivismo y el cuestionamiento del trabajo y el crecimiento económico como valores centrales de la sociedad.
El Manifiesto no es el primer libro escrito sobre el movimiento de las activistas de senos descubiertos. La periodista Galia Ackerman ya había publicado en 2013 Femen, un extenso reportaje de 250 páginas; al año siguiente, Caroline Fourrest, quien recibió a Inna Shevchenko cuando debió asilarse en París y se define como “consejera, amiga y enamorada” de la ucraniana, lanzó la biografía Inna. En enero pasado fue el turno para Eloïse Bouton con Confesiones de una ex-Femen, que a pesar de una promoción que lo anunciaba como lleno de oscuros secretos sobre el movimiento, es más un reconocimiento a la valentía de las activistas que han tenido el coraje de quedarse.
“Por su misma naturaleza nuestras acciones son breves y exigen eslóganes cortos y contundentes. En medio de la violencia con las que nos reprimen no tenemos tiempo de explicarlas. Era necesario que tomáramos la palabra sin intermediarios”, explica Solène Assouan, una de las militantes francesas del movimiento. “Trabajamos en inglés porque es el idioma común para la mayoría de las activistas alrededor del mundo, pero allí hay ideas que vienen de Ucrania desde el principio, otras que se han discutido aquí en Francia y aportes de lugares que van de México a Turquía y Brasil”.
El resultado son sesenta páginas en formato de bolsillo a cuatro euros el ejemplar.
En su primera parte, el Manifiesto aborda la historia del movimiento, desde las tres universitarias veinteañeras que lo fundaron en 2008 en un café barato de Kyiv, pasando por las primeras protestas antes del topless, la creciente atención mediática y las acciones en Francia, Túnez, Moscú y Bielorrusia, donde tres de ellas fueron torturadas, hasta el exilio de Inna en París y la internacionalización del movimiento, que reivindica al menos dos centenares de activistas en quince países. También aborda el papel de las Femen españolas en la decisión del gobierno Rajoy de retirar el proyecto de ley que restringía el derecho al aborto y de la activista mexicana Gisela Pérez de Acha, formada en el “cuartel general” de París y responsable de la campaña “PRI dictador”.
La segunda parte explica los tres “enemigos” contra los que el grupo ha decidido luchar: los sistemas represores, sean ellos dictaduras o democracias autoritarias, la prostitución y las religiones, sin excepción. Para las activistas, estos son los pilares del patriarcado, “un sistema viciado y que como tal no esperamos reformar sino destruir, porque las mujeres no necesitan reformas sino una revolución”.
Si tanto sus reivindicaciones como su modo de acción, que el grupo elige llamar “Sextremismo”, son más o menos conocidos gracias a las acciones mediáticas del grupo, sus métodos suelen ser objeto de críticas, no sólo de las instituciones a quienes se enfrentan y de una franja del público, sino de otros movimientos feministas que prefieren concentrarse en el trabajo teórico. La tercera parte del Manifiesto aborda los métodos del grupo y responde a quienes los critican. “Es imposible no mirar los senos desnudos de una mujer, pero al mirarlos es imposible no ver los mensajes que hemos escrito en ellos” dice el texto, que explica también que las acciones espectaculares permiten utilizar a los medios como un “ caballo de Troya” para transmitir su mensaje.
Siguiendo el principio de otros movimientos contestatarios, como aquellos que han defendido las comunidades afroamericanas y los derechos de la población LGBTI, las Femen invierten los clichés que existen en contra de las mujeres. Así, si se maquillan y llevan faldas cortas en sus acciones contra el patriarcado, lo hacen para contradecir la idea de que una mujer “se arregla para los hombres”. La corona de flores en la cabeza, que representa la virginidad en las tradiciones ucranianas, se convierte en un símbolo de las mujeres que son libres de disponer de su sexualidad.
Cinco de las miembros de Femen llevan las coronas de flores en el momento de la presentación del Manifiesto. Inna toma con su celular una foto de dos niñas de diez años que se acercan con el librito en la mano para pedir una firma de las activistas.
Apenas un mes después de la masacre en el semanario Charlie Hebdo, que ha sido una tribuna constante de Femen y varios de cuyos miembros eran amigos personales de Shevchenko, dos islamistas armados con fusiles quisieron entrar al centro cultural Krudttønden de Copenhague en el preciso momento en el que la ucraniana comenzaba una intervención sobre la libertad de expresión. En el intento asesinaron al documentalista Finn Nørgaard.
“Uno sabe que eso puede pasar, pero de ahí a escuchar disparos de Kalachnikov al otro lado de la puerta donde estás hablando de la libertad de expresión hay una gran distancia —afirma Shevchenko—, y es cierto que si antes tenía pocos momentos de tranquilidad, ya no me queda ninguno, pero no puedo ni imaginar que nos detengamos en este momento”.
Shevchenko, quien después del atentado de Copenhague estuvo como invitada en Cambridge y a finales de marzo se desplazará a Italia para participar en un foro sobre religión y derecho a la blasfemia, dice que su más grande temor en Copenhague era que tras los atentados, las personas que defienden la libertad de expresión tendieran a callarse, pero que nadie parece dispuesto a ceder.
“En cambio me preocupa que los ataques de los extremistas se usan cada vez más como excusa de los gobiernos para limitar la libertad de expresión. Los que creemos en ella estamos ahora amenazados por los dos lados: por el terrorismos de los que siguen un dogma y por el terrorismo de los estados”, dice Shevchenko. La activista evoca las medidas represivas en España y la propuesta de ley antiterrorista C-51 de Canadá. Es posible que en ese momento ya sepa que dos días después, en Quebec, la activista Femen local Neda Topaloski realizará una protesta topless en el parlamento para denunciar dicha propuestas.
“Lo mejor que podemos hacer al respecto es seguir hablando y actuando. Y escribiendo”, dice Inna, levantando su Manifiesto.
Via: elespectador.com
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