La (Euro)copa está exhibiéndose en su pedestal en el centro de Kyiv, Ucrania, uno de los países anfitriones. Hay largas colas de aficionados esperando por hacerse una de esas estúpidas fotos con la copa. De pronto irrumpe una veinteañera que se arranca la blusa y tetas al aire se abalanza sobre el ansiado trofeo al grito de “¡Fuck Euro!”.
Ocurrió hace un par de semanas y no era la primera vez. Las activistas ucranianas del grupo Femen –la mayoría de ellas menores de treinta años, la mayoría de ellas guapas como solo las ucranianas pueden serlo, la mayoría de ellas estudiantes de carreras como sociología o periodismo– se autodenominan topless warriors y protestan, en este caso, porque el certamen futbolístico fomentará, aseguran, el turismo sexual en Ucrania, un país donde se calcula en 80.000 el número de mujeres que ejercen la prostitución. La quieren parar de pecho.
Ellas se saben bellas –“soy preciosa, lo sé”, responde en una entrevista en la recientemente estrenada versión española del Huffington Post, Inna Schenvenko: “busco llamar la atención y de eso se trata”–, y defienden su manera de protestar con una afirmación paradójica: “no somos trozos de carne”.
Yo siempre he creído que las tetas (como el fútbol) no deben politizarse. Pero poniendo en la balanza los destapes futboleros de, por ejemplo, Larissa Riquelme, y los de estas chicas, la verdad es que me entra la duda. Leo en la prensa que Ucrania es el país europeo con mayor tasa de seropositivos y que en Kyiv el 24% de las prostitutas están infectadas con el virus. Y me pregunto ¿cuál es más digna acción del ánimo, sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta, u oponer las tetas a est torrente de calamidades, y darles fin con atrevida resistencia? Por lo pronto, hoy empieza la Eurocopa, esa fiesta de tetas y pelotas. Eso que a veces nos falta.
Via: larepublica.pe
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