Activistas de Femen | Archivo

La moda de la ‘no moda’, de ‘pechotes al aire’ a lo ‘Femen’, protestando en el Parlamento pero llevado a la playa, podría estar viviendo el principio del fin, si nos ceñimos a aquel sector algo más avanzado intelectual y estéticamente, me atrevo a decir; sin ánimo de ofender a ninguna mujer que practique el ‘topless’ porque, ante todo, que prime la libertad de escoger qué llevar y qué no llevar, sintiéndose una cómoda. Pero la realidad es que la venta gratuita del cuerpo de una mujer sumada al peligro que conlleva que una zona tan sensible se exponga al sol es algo que debemos replantearnos.

Lo que fue una moda, en realidad un acto de rebeldía y protesta, por parte de las francesas libertinas, ha conseguido expandirse por toda Europa en cuestión de años, consiguiendo implantarse con tal normalidad hasta el punto de que la que lleva el pecho cubierto se siente rarita.

Y es que, según un estudio realizado por Experia, compañía de viajes online, los europeos podrían ser los menos pudorosos de todo el mundo a la hora de enseñar carnes en zonas públicas. De hecho, un 73% de los franceses aseguran sentirse "cómodos con el ‘topless’", de los daneses un 44%, de los italianos un 33% y de los noruegos un 31%.

Cuando digo la ‘moda de la "no moda"’, una paradoja clarísima, me refiero a que es una tendencia –"moda"- que consigue serlo sin necesitar ropaje alguno -"no moda". Una moda, y valga la redundancia, que no es nada beneficiosa para las empresas de lencería femenina y ropa de baño. Por lo que no es algo que las revistas estén potenciando en los últimos años.

No recuerdo cuándo fue la última vez que leía en una Telva, Elle o Vogue alguna alusión al asunto –creo recordar–. Más bien todo lo contrario: estas revistas, líderes de opinión en el imaginario social colectivo español de moda y víctimas de ésta, no dejan de proponer bañadores, bikinis y trikinis que, analizados desde un punto de vista pragmático, son demasiado pomposos si nos paramos a pensar que la idea es nadar y coger el sol.

A más tejido utilizado, más precio; se supone. Pero no siempre. Se puede vender una prenda minúscula a precio de lujo. Pero a más tejido, más espacio para el diseño. Por parte de un director creativo, de un diseñador o de un costurero intentar crear una historia, un mensaje, una estética en una prenda requiere de sitio suficiente en el que contarlo. Ceñirse a una minúscula braguita empobrece su mensaje. He aquí la primera vertiente que sostiene la ‘no moda’ del ‘topless’, la "recomendada" por las revistas de moda y sus diseñadores.

Por añadidura, el segundo punto que fortalece mi tesis es el peligro que puede sufrir una mujer, aumentándose la probabilidad de sufrir un cáncer de piel, al recibir radiaciones solares una parte del cuerpo tan sensible, cuya piel es más fina que en el resto del cuerpo. Por mucho protector que se aplique una en el pecho, éste sigue expuesto a este peligro.

El tercer y último punto, más criticado por algunos seguramente, se compone de una idea tan simple como la de ‘mostrarlo todo y no dejar nada para la fantasía que precede el acto sexual’. Y, aunque biológicamente a más de uno le alegre la vista una joven haciendo topless, la realidad es muy diferente.

Enseñar públicamente una parte tan erótica e íntima como el pecho, es una manera de renunciar a esa parte femenina que no se debe ir regalando con tanta facilidad.

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