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La noticia ha dado la vuelta al mundo: cinco Femen han agredido al cardenal Rouco cuando se dirigía de visita pastoral a una parroquia. Antes que nada, lo primero que hay que decir es que se trata de una agresión a un anciano de 77 años. Le han lanzado bragas tintadas de rojo y lo han atacado físicamente, y gracias a la intervención de otras personas se ha evitado un daño mayor.
El exhibicionismo, la agresividad, la blasfemia, la denigración, el lenguaje soez, todo un repertorio de bajeza, se presenta en esta ocasión con un acto premeditado que solo cobra sentido porque los medios de comunicación convocados antes para la foto y el video le han dado relevancia. Ningún medio ni periodista conocedor del hecho tuvo la dignidad de informar para evitarlo. En la medida en que lo sabían y no tuvieron un comportamiento decente, son cómplices del ataque. Y es que las Femen en sí mismas no son nada. Si no exhibieran la pechuga y eso no encantara a los mass media, ni tan siquiera existirían. Son un adiamiento más de la “politica-espectaculo”, solo que su estilo contamina gravemente el ambiente, incita a la violencia por todas partes y causan un daño creciente a la convivencia. Aceptarlo pasivamente es primero cobardía, y después colaboración.
Las personas que aplauden este tipo de acciones solo manifiestan que en su seno guardan solo rencor y odio, son cainitas que tanto han abundado en la historia de España, que ven en el discrepante un enemigo a destruir. La sociedad española debe excluirlos, mandarlos al ostracismo porque son el peor cáncer que puede existir, el de los viejos fantasmas que ven en el hermano un ser infrahumano, que por eso debe sufrir y ser humillado. Quienes tanto se alzan hablando de derechos humanos, empezando por las violentas Femen, utilizan prácticas que los vulneran.
Las mujeres que el domingo agredieron al cardenal Rouco cometieron diversos delitos penados por la ley, ante los que la Fiscalía y la Policía tienen el deber de actuar de oficio. Sus rostros son conocidos, sus personas también. Deben ser detenidas y puestas a disposición de la justicia, a no ser que este país se acabe transformando en un lugar que la ley la dicta la violencia y el poder mediático.
Insistimos, la Femen en sí mismas no son nada, pero como síntoma de un pensamiento y práctica malvada deben ser erradicadas por la justicia, y por la propia reacción de la sociedad civil.
Via: forumlibertas.com
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