A Occidente le queda poco de experimentar con el absurdo o, lo que es lo mismo, el progresismo no tiene ya mucho recorrido antes de la destrucción. La progresía es enfermedad de ricos. ¿Han leído alguna vez anécdotas de ganadores del Gordo que pierden la cabeza y gastan en las cosas más extravagantes? Pues igual, pero toda una civilización -LEA EL TRASGO EN LA GACETA-.
El rico Occidente no se ha limitado a sonreír benévolo a los disparates que salían de las cocinas de la izquierda, sino que los ha hecho obligatorios. Pero lo que se dejaba pasar con pan resulta incomible a palo seco. El grupo feminista de vanguardia Femen es uno de esos gusanos que surgen de la descomposición de nuestro cadáver y, naturalmente, El País las saca en su sección de Sociedad. Se trata de una entrevista con Lara Alcázar, líder del movimiento en España, ‘La líder de Femen en España: “Si me resfrío, mi madre me cuidará”.
Las Femen, no sé si les he dicho, se ha hecho famosas por montar sus numeritos en topless, y aquí está Lara con los brazos en jarras, desnuda de cintura para arriba y una pintada en el cuerpo: Choose the fight. Porque la líder española elige el idioma del imperio para hacer semejante declaración se me escapa. Pero es la entrevista en sí la que no tiene desperdicio, y la que me hace pensar que Lara ha sido elegida líder más por esos atributos que las han hecho famosas que por su capacidad para expresar una idea fuera del argumentario. -Pregunta. ¿Por qué un movimiento feminista que muestra los pechos? Respuesta. Porque cuando mostramos nuestro cuerpo se crea una tensión. Supone llevar la contraria a lo que la sociedad patriarcal quiere”.
Quizá me he perdido algo, quizá soy muy viejo, pero si enseñar el pecho es “lo contrario de lo que la sociedad patriarcal quiere”, entonces no conozco bien a la sociedad patriarcal. Si preguntaran a cualquiera antes de que todos nos volviéramos locos, antes de que la gente necesitara consultar con los medios para tener una opinión de lo más próximo y elemental, diría que la razón de que elijan descubrirse en sus ‘acciones’ es otra, más evidente, la misma que conoce la publicidad desde hace casi un siglo y que sigue usando para vendernos coches y colonias. Pero sigamos, que esto no ha hecho más que empezar: -P. ¿Pero qué aporta el activismo de Femen? R. Acción. Las feministas nos hemos sentado en conferencias y debates, pero hemos ido perdiendo la calle.
Femen pone de nuevo en el punto de mira político el cuerpo como elemento de defensa y de ataque, por eso atrae a chicas más jóvenes”. No: atrae a chicas más jóvenes por razones de pura biología y de estética. Los numeritos de Femen son de un narcisismo fascistoide sin límites, algo emocionante que hacer para las niñitas de papá que son nuestras jóvenes en Occidente, algo así como una quedada con publicidad garantizada. P. ¿Qué le diría a las mujeres que no se consideran feministas? R. El feminismo no es lo contrario al machismo, sino que reclama igualdad de derechos. No puedo entender que una mujer en su ser político no se defina como feminista”.
El feminismo no tiene, por supuesto, nada que ver con la igualdad de derechos; si así fuera, ya se habrían disuelto todas las organizaciones feministas, porque en Occidente no hay un solo derecho que se les niegue a las mujeres, o se centrarían en luchar en aquellas culturas, refractarias a Occidente, donde la mujer sigue siendo un ser de segunda y donde, oh maravilla, están conspicuamente ausentes. Uno tendría que preguntarse por qué, cuando el feminismo es ya artículo de fe obligatorio en nuestra sociedad, proliferan grupos como Femen, y la respuesta es esa insidiosa costumbre de cada época de acudir con una manguera antiincendios a una riada. La izquierda se mueve entre dos impulsos contradictorios. Por una parte, quiere para sí el papel de rebelde, de contestatario, de luchador contra el poder. Por otra, quiere comodidad, quiere aplausos, quiere ir con la corriente y que les inviten a las fiestas, además de ser perfectamente conscientes de que son el poder (Sí, los bancos son muy malos y Wall Street mueve hilos, pero seamos serios: la ideología les importa un pito).
La solución a este dilema son cosas como Femen, montar el espectáculo donde no hay riesgo y pedir la luna con cara de estar plantándole cara a un poder que, en su despacho, sonríe ante esta última travesura de quienes, al final, son carne de su carne y sangre de su sangre. Preveía Chesterton que después de los experimentos del liberalismo, el socialismo y el fascismo, la última ideología sería la de los ricos dispuestos a pasárselo bien a toda costa. Aunque le duela a la izquierda obrerista, sus causas más cacareadas desde hace ya bastante, desde el feminismo al movimiento gay o el ecologismo, han salido más de los campos de golf que de las fábricas. La paradoja final es que, quitando una revolución obrera en la que ya no insisten mucho, el papel de la izquierda se ha convertido en dar excusas ideológicas a los caprichos de los ricos.
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