¿Quién a día de hoy no ha visto alguna imagen relacionada con Femen?¿Quién no puede describir a esas mujeres de pechos desnudos, brazos en alto y belleza agresiva? ¿Quién no ha participado o, al menos, escuchado alguna conversación en la que se hablara sobre ellas? ¿Quién en este mundo globalizado ha podido escapar al azarado rostro de Angela Merkel frente a la irrupción de una de las activistas o quién, en nuestra menos vasta geografía nacional, no vio las imágenes del nueve de octubre en el Congreso de los Diputados o el escaqueo de Rouco Varela hacia la parroquia de los Santos Justo y Pastor?
La difusión del fenómeno Femen nunca invitaría a pensar que apenas son unas 300 las mujeres que forman parte de este movimiento. Ni siquiera llegan a 20 en España, como relató este miércoles Lara Alcázar en el café La Revoltosa de Gijón, donde presentó el Libro de Femen, que recopila historia y manifiestos de la organización. Esta es, sin duda, la primera disonancia: no hay una correspondencia directa entre la pobreza cuantitativa del grupo y la enorme repercusión mediática y política de sus acciones.
Vulnerabilidad
Otro contraste que se percibe conforme se visionan los documentales que acompañan la presentación del libro es la violencia que desencadenan unas acciones en las que sólo se ven involucrados cuerpos desnudos. Policías, guardaespaldas, acólitos de Papas y políticos se enfrentan a las activistas como si fueran armadas hasta los dientes: nada más lejano, el torso anuncia que la desnudez es su única arma y también su única protección. ¿Por qué tanta vehemencia frente a tal vulnerabilidad?
Y tercera disonancia, ¿por qué algo tan inofensivo como un cuerpo desnudo puede ser leído como violento? Si bien es cierto que el cuerpo de las activistas de Femen no se doblega frente al frío de Ucrania, ni se acobarda frente Bundespolizei, la Milítsiya o la Gendarmería también es cierto que su agresividad es sólo gestual. "Hemos de entrenarnos, relata Lara, para mantener los brazos en alto, para no ocultar las consignas escritas en nuestro cuerpo, para no dejar de gritar los eslóganes…" Son conscientes de que serán reducidas al instante y, antes de que eso suceda, sus cuerpos deben proclamar una mente libre y un pensamiento irreverente. El cuerpo como manifiesto.
Manifiesto
El Manifiesto Femen dice así: "En el principio era el cuerpo (…) la alegría de su ligereza y libertad. Pero la tradición judeocristiana narra que al principio fue el Logos y esa palabra que dio nombre a la mujer fue la que canceló su cuerpo y movilidad". Entre las demandas de Femen encontramos la absoluta separación entre las instituciones religiosas y la vida civil, sexual o reproductiva de las mujeres. Tal vez haya quienes no comprendan que una mujer puede exhibir sus cuerpo por razones políticas en lugar de narcisistas, tal vez a otros se les escape el significado que tiene en Ucrania una guirnalda de flores… pero lo que no resulta difícil ver es que Iglesia y Estado pretenden arrebatar a las mujeres españolas el derecho a decidir sobre sus propios cuerpos. Aunque sólo fuera por eso se debería haber ido a escuchar a Lara Alcázar.
Cuarta y última contradicción ¿por qué era tan escaso el público en la presentación cuando Femen lucha por los derechos de tantos? Afortunadamente, la juventud es inaccesible al desaliento, y la valiente Lara sonríe y asiente: “¡Siempre es así!”.
Via: asturias24.es
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