Tiene 21 años, tres cursos de Historia del Arte y las ideas tremendamente claras. Se llama Lara Alcázar, es asturiana, líder en España de Femen, movimiento reivindicativo que sus propias integrantes definen como «sextremista», y ayer puso rostro, mejor dicho, torso tintado con mensaje reivindicativo, al hecho más comentado del día, a la imagen más veces visionada. Su gesto apretado por la protesta que gritaba y su recado escrito sobre su cuerpo dieron la vuelta al mundo. Era Lara una de las tres jóvenes que a las 9.20 de la mañana, cuando el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, respondía en el Congreso sobre la reforma de la ley del aborto, enmudeció a los diputados quitándose su camiseta y quedándose a pecho descubierto, mientras a voz en grito reclamaba el aborto como algo «sagrado». Esa era la reinvidicación que llevaban las tres pintada en el cuerpo. Cundió el silencio. Jesús Posada, el presidente de la Cámara Baja, las miraba con gesto confuso, casi pasmado. En realidad, casi todo el Congreso asistía sin mediar palabra al espectáculo-protesta. «No podemos permitir que un partido político nos impongan una moral cristiana», decía la gijonesa ya fuera de la sala, ya fuera de la Comisaría a la que le llevó su acción y sus gritos y de la que salió en libertad, pero con cita para delimitar sus cargos. Libres también quedaron sus compañeras activistas, una francesa y una ucraniana, y las tres deberán pagar una multa por un delito de perturbación leve de las sesiones del Congreso. En el Hemiciclo, una de ellas se aferró a una de las columnas; otra se sentó en la barandilla con las piernas sobre las cabezas de los diputados del PP (de hecho uno de sus zapatos cayó sobre el sillón del diputado Miguel Ángel Cortés) y Lara se agarró a la balaustrada. En ningún momento dejaron de gritar su consigna. Una consigna que Gallardón dijo no entender, aunque «menos todavía» el hecho de que la bancada de Izquierda Unida aplaudiera su intervención.
Pero no fueron los de IU los únicos que, roto el silencio, participaron. En las filas del PP también reaccionaron gritando, algunos, «fuera, fuera». La diputada popular Beatriz Escudero habló de «acto de fanatismo» y su compañera Ana Vázquez tachó de «repugnante» la protesta «con los pechos al aire». Pero nada de esto le importa a la líder asturiana, convencida de que «la Iglesia siempre ha considerado herejes y pecadoras a las mujeres», por lo que no reacciona a las críticas. Eso sí, cuando habla del ministro, asegura que lleva «un cilicio que le aprieta las ideas».
La acción duró apenas unos dos minutos y pronto todo volvió a la normalidad, mientras las tres activistas que utilizan su cuerpo «como instrumento político que moleste al sistema», decía ayer la asturiana, eran llevadas, ya con la ropa puesta, a las dependencias policiales del Congreso y después a la comisaría de Moratalaz.
Su actuación, que fue posible, según Lara Alcázar, sin llevar invitación alguna de ningún partido, viene recogida en el artículo 497 del Código Penal, en el que se específica que «incurrirán en la pena de prisión de seis meses a un año» quienes, «sin ser miembros del Congreso de los Diputados, del Senado o de una Asamblea Legislativa de Comunidad Autónoma, perturben gravemente el orden de sus sesiones». Algo que, en palabras de la líder del movimiento en España no hicieron: «Nuestra acción no alteró el protocolo, ni el orden. Lo único que hicimos fue expresarnos y lanzar nuestro mensaje».
Via: elcomercio.es
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