Que Rouco Varela no es lo mejor que le está pasando a la Iglesia española es un hecho constatable hasta para los que somos parte activa de la misma. Y que Francisco (no hay que aclarar a quién me refiero) es un soplo de aire fresco, es una verdad como una catedral de grande, dicho sea de paso. Pero no confundamos el tocino con la velocidad y mucho menos los culos (o pechos) con las témporas.
El presidente de la Conferencia Episcopal Española ha sufrido algo más que un escrache hace unos días por parte de las señoritas del colectivo Femen. Esas que para protestar desnudan su torso enseñando parte de sus vergüenzas. Esas que saben de sobra dónde pueden hacer este tipo de protestas y contra quién: el único riesgo que corren con “ellas al aire” es un enfriamiento, todo lo más un resfriado.
Las señoritas de Femen trabajan sin riesgo, sobre seguro. Saben que Rouco Varela no va provisto de armas de fuego, ni bajo su clériman lleva adosado ningún explosivo. Tan sólo luce en el pecho la preceptiva cruz que le cuelga del cuello. Es más, el presidente del máximo organismo religioso español no lleva guardaespaldas ni escoltas, tan sólo va acompañado de otros curas igualmente desarmados e indefensos. Y para remate, las señoritas de Femen son conscientes de que nunca, insisto ¡nunca!, Rouco Varela las va a agredir al grito de ¡Dios es grande!
Todo ello viene a cuenta de la Ley del Aborto del Gobierno. He dicho Gobierno y no he dicho Iglesia. Ésta tan sólo expresa su postura, como lo hacemos usted y yo. Ni han sido los redactores del texto ni la defenderán en el parlamento. Tan solo opinan, repito, tal como usted y como yo. La Iglesia está o no de acuerdo con los asuntos de estado, tal como usted y como yo. Y usted y yo nos respetamos o al menos hacemos el intento. ¿Por qué no sucede esto con la Iglesia? Cada vez que se aborda un tema en el que la misma puede (y debe) expresar su opinión, aparecen los gurús de la libertad, esos modernos que parece que inventaron la democracia, lanzando sus piedras contra aquellos que comulgamos con lo que a ellos no les gusta.
Las señoritas de Femen debieran ser buenas feministas y atreverse a protestar desnudas y lanzando gritos y blasfemias no sólo contra símbolos o personas del mundo cristiano, sino también contra otros frentes que atacan con más saña a la mujer, como por ejemplo el Islam. Ya me gustaría verlas entrando en una mezquita con sus tetas al aire. O incluso peregrinando a La Meca. Les aseguro que en ese caso estarían expuestas a algo más que a un resfriado.
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