Francia atraviesa por una fase de tensión social -además de la generada por la crisis económica- que deteriora la convivencia según pasan los días: el asesinato, acaecido el miércoles pasado en pleno centro de París, de un militante de extrema izquierda a manos de una banda de skinheads es la última prueba palpable de esa deriva. No hay semana en que no se registre un incidente -de mayor o menor intensidad- que plasme la cada vez mayor dificultad que supone convivir juntos para gente que piensa y siente distinto.
Unas tensiones que se han visto agudizadas en los últimos meses por el empeño del Gobierno socialista de sacar adelante, al precio que fuera, el proyecto de ley sobre el 'matrimonio' homosexual.
Al final consiguió su propósito pero a costa de dejar un país más dividido y, por lo tanto, más propenso a los exacerbamientos. Un terreno abonado para el grupo ultrafeminista de origen ucraniano Femen, conocido por sus acciones violentas hacia todo aquél que no comparta sus ideas y sus métodos.
Bien lo comprobó en sus propias carnes el pasado 18 de abril monseñor André Léonard, arzobispo de Malinas: un puñado de militantes de las Femen -o “sextremistas”, como también se las conoce- irrumpieron, con los pechos descubiertos, en el lugar donde impartía una conferencia y le rociaron con un agua que partía de unos recipientes en forma de Virgen María al tiempo que le obsequiaban con una avalancha de insultos a cada cual más soez y blasfemo. En Francia, tampoco se pararon en barras durante los meses de debate sobre el 'matrimonio' homosexual.
Sin embargo, las Femen se han topado con otras mujeres dispuestas a plantarles cara: como ellas, son jóvenes e hijas de su tiempo pero su forma de actuar se sitúa en las antípodas del exhibicionismo y de la histeria.
Son las Antígonas. Empecemos por el nombre. Lo eligieron en honor a una cita contenida en la célebre tragedia de Sofócles, que inspira toda su acción. “No estoy hecha para convivir con tu odio sino para estar con todos aquellos a los que quiero”.
Un lema constructivo pero desprovisto de cualquier atisbo de candidez. Las Antígonas saben recurrir a la contundencia para desmontar, sin pararse en barras, los argumentos de las Femen: “Vosotras afirmáis que la religión es una alienación; nosotras os respondemos que lo consideramos como el camino de la libertad y de la autorrealización; vosotras afirmáis que el machismo domina la sociedad y combatís a los hombres, nosotras os respondemos que sólo con los hombres seremos completamente mujeres”.
Más mensajes: “Femen, afirmáis que vuestro combate es feminista; nosotras os decimos que es femenino; Femen, afirmáis que la condición femenina se defiende con los pechos al descubierto; nosotras afirmamos que se adquiere a través de la dignidad”. “La salvación del mundo no pasa por la reivindicaciones feministas de las Femen sino por una sociedad que respete a la mujer en su globalidad”.
Estas palabras forman parte de un vídeo que colgaron en Youtube hace diez días y que ya ha superado las 80.000 visitas. En él, aparecen una quincena de jóvenes vestidas de blanco detrás de la encargada de leerlo, un bella e inteligente rubia de 21 años, estudiante de Derecho, que responde al seudónimo de Iseul Turan. El vídeo ha sido la opción de repuesto a la que se han tenido que acoger Iseul y sus compañeras para que las Femen las escuchen, si es que hubieran estado dispuestas a hacerlo, algo difícil de saber.
La primera intención de las Antígonas era dialogar directamente con las Femen. El pasado 25 de mayo acudieron en comandita a la sede parisina de las Femen, situada en el popular barrio de la Goutte d'Or, para, en palabras de Turan recogidas por la publicación on line Jolpress, “tener un cara a cara pacífico con ellas, que, por una vez, se enfrentasen a mujeres y también proponer que hablásemos de temas que nunca abordan, como la situación de la mujer en Francia”.
Ni situación de la mujer en Francia ni diálogo ni nada: cuando llegaron a la sede, Iseul y las suyas se toparon con un imponente muro de Crs -Compañías Republicanas de Seguridad, o sea, las unidades antidisturbio de la policía gala- con los que, vaya casualidad, no se topan las Femen cuando llevan a cabo sus acciones. Por eso decidieron dirigirse a ellas a través de Youtube.
En el caso de Iseul, el no poder penetrar en la sede supuso algo menos de frustración que para el resto pues -es la razón por la que todavía no revela su verdadera identidad- las infiltró durante siete semanas entre abril y principios de mayo. La experiencia le resultó reveladora.
De entrada, para militar en las Femen, no le preguntaron nada acerca de sus verdaderas motivaciones: basta con satisfacer los requisitos de apariencia, hacer la pelota a las chicas y caerles bien. Nada de conceptos: la única que allí 'reflexiona' es la líder del grupo, la ucraniana Inma Shevchenko, cuyas teorías se limitan a generar imágenes bonitas. Y dar instrucciones a lo largo y ancho de Europa para que sus chicas estén en buena forma física: los entrenamientos consisten en correr rápidamente mientras gritan eslóganes.
¿Debates? Iseul intentó lanzar uno pero la disuadieron de seguir. Se dio cuenta que el último había tenido lugar seis meses y que no habían repetido entre otras cosas porque hay mucha divergencia de opiniones en el seno de las Femen, más de lo que se piensa. Si es que se le pueden llamar opiniones: lo más parecido que a un argumento que oyó Iseul durante su etapa en las Femen fue que la presencia de la
Policía en el transcurso de sus acciones era una herramienta que había que aprovechar a efectos de imagen. Como Simone de Beauvoir, vamos...
Menos mal que para ingresar en las Antígonas se pide por lo menos adherir previamente a sus principios. Es la base, según Iseul, para transformar el éxito de las últimas semanas en una entidad más duradera con presencia habitual en el debate público. Si las Antígonas consiguen su objetivo y se suman a Frigide Barjot, Philippe Ariño o Tugdual Derville, entonces habrá que pensar en Francia para el rearme moral de Europa. Pese al 'matrimonio' gay y a las Femen.
Ojo con la Fourest
Una de las cosas que más llamó la atención de Iseel Turan mientras merodeó por el entorno de las Femen, fue el desprecio que sentían por Caroline Fourest. Y no deberían tenerlo: Fourest, de 38 años, lesbiana, saturada de diplomas y condecorada por el Gobierno de François Hollande es la principal teórica de las tendencias morales disolventes que asolan a Francia últimamente. Junto a su compañera sentimental Fiammetta Venner, ha renovado, por decirlo de alguna manera, el pensamiento nihilista y relativista en la Francia post sesentayochera.
No alcanza, ni por asomo, la brillantez intelectual de una Simone de Beauvoir o de un Michel Foucault, pero sus libros y publicaciones son muy eficaces. Empezando por los titulares: su revista se llama Prochoix. En cambio, los abortistas del país vecino suelen optar por palabras más púdicas. La presencia de Fourest en los medios en constante, entre tertulias y tribunas en Le Monde. De aspecto menudo y mirada vidriosa, prefiere el veneno de una buena pulla y una refinada descalificación a la Iglesia que palabras grandilocuentes.
Via: intereconomia.com
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