Ahogando a la sociedad / ENTORNOINTELIGENTE.COM / Lorenzo Figallo Calzadilla
Vivir en la autodenominada sociedad socialista XXI es una incertidumbre y amenaza permanente. La dificultad para adquirir los alimentos o medicinas es el reflejo exacto de un sistema político con tendencia absolutista. El área socioeconómica está militarizada. El gobierno en todas las instancias es una bota. Esa es su cara feroz. En los mercados, por ejemplo, los militares vigilan y observan nuestro caminar a través de los anaqueles. Quieren que aceptemos obligatoriamente los desaguisados de la cúpula militar-cívico. Conseguir los productos de la cesta básica es una lucha por la supervivencia. Una madre busca leche desesperadamente para su niño. Su rostro es dolor, tragedia. El alma la tiene en vilo. El niño necesita urgentemente su nutrición esencial. Sin contemplación o misericordia el régimen restringe. Todo se reduce a un duro mecanismo de dominio sobre la ciudadanía. Apropiarse de la red de distribución de alimentos o fármacos les permite tiranizar el acontecer, avasallar a la sociedad. La clave está en que no les importa el otro con sus necesidades. Conseguir los medicamentos vitales es un camino de obstáculos, pendientes, derrapes. La crisis personal en lo físico y psicológico va en aumento. La salud se deteriora. Ir a la farmacia y escuchar del dependiente "no hay" es una constante. La angustia es la compañera de la población. Por otra parte y es realmente grave, en cantidad de oportunidades no se consigue papel moneda. Es decir, el medio que necesitamos para el intercambio de bienes de consumo y productos se encuentra escaso. Los bancos entregan billetes de baja denominación. Hay instituciones bancarias en las cuales los telecajeros no dispensan dinero durante varios días. En una entidad ante el reclamo de los clientes, la gerente de una sucursal indicó que es simplemente un tema país, "no hay efectivo" en términos generales. Otro evento ocurrido recientemente es el hecho presentado en una red de farmacias. Por alguna misteriosa razón desde hace días dejaron de funcionar los puntos de venta, solo aceptan efectivo porque el sistema se descompuso. De manera tal que estamos atrapados: no hay garantía de adquirir los alimentos fundamentales, tampoco las medicinas necesarias, el dinero en efectivo es escaso y no funcionan los puntos para las tarjetas de débito. El ciudadano no tiene descanso, se encuentra en una constante ansiedad. Esto no es una circunstancia casual, no hay ingenuidad gubernamental. Es una forma de ejercer coacción. Aturdir y debilitar es un modo de proceder. Con todo lo que se pueda interpretar como libertad individual sucederá lo mismo. Desde el empleo hasta el estilo de vida se afincarán con toda su fuerza para aplastarlo. El sistema toca la puerta de la intimidad y se adentra. Si en el régimen observan un pequeño espacio a través del cual alguien puede ser independiente rápidamente ubicará los dispositivos para controlar o eliminar dicha coyuntura. Para ello, han desarrollado una telaraña de métodos de inteligencia social. Aquello que el poder entienda como posibilidad orientada a la libertad de ser y hacer, autodeterminación, pensamiento crítico, decisión personal o movimiento independiente de los cuerpos, el modelo lo analizará como peligroso e inmediatamente buscará sumergirlo, hundirlo, cortarle el aire, o más allá, ahogarlo por siempre. Cualquier acusación creada es útil para desprestigiar, humillar. La gran farsa gubernamental hace referencia a que trabajan para el pueblo. El régimen solo hace en función de sus intereses particulares. Su dirigencia no tiene autoridad ético-moral. La cúpula es una fiesta de gastos utilizando el erario. La lujuria encontró su cuerpo. No tienen concepto de alteridad o empatía social. El término de "guerra económica" surge desde la élite del palacio para estructurar la forma de seguir detentando el poder expoliador. En ese centro de "gobierno" empieza y termina toda la complejidad del drama del país: inventos, malversación, agresión, despilfarro, explotación, negocios, muerte. Esto debe acabarse. Tenemos la responsabilidad de reclamar por nuestro derecho a una vida digna y decirle no al oprobio.

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