EL movimiento de las mujeres de Femen gustará más o menos, pero, en los actuales tiempos mediáticos, es de una eficacia incuestionable. Lucía Méndez lo escribe: "Al patriarcado hay que sacarlo de sus casillas utilizando el cuerpo como arma de combate". Hoy se sabe en todo el mundo que se está perpetrando en España una reforma antiabortista que nos quita un derecho fundamental, similar al que tienen las mujeres en la mayoría de los países europeos, utilizando métodos que hasta el juez, al que fueron conducidas, declara: "En la realidad social del tiempo actual no parece razonable reconducir la protesta desnudándose el torso a un episodio capaz de producir subjetivamente una perturbación grave del orden".
Otro de los motivos de escándalo, tetas aparte, es el que hayan dicho que "el aborto es sagrado". Entiendo las razones de esa expresión -la RAE no identifica sólo lo sagrado con lo divino-, pero parece mejor, por esa connotación inevitable, utilizar un lenguaje laico. El aborto es un derecho humano.
Que se reconozcan los derechos humanos ha costado sangre, sudor y lágrimas, más los de las mujeres. La primera declaración se llamó Del hombre y del ciudadano, allá por la Revolución francesa, y una mujer, Olympe de Gouges, fue guillotinada por escribir los derechos De la mujer y de la ciudadana; empezaba diciendo: "Hombre, ¿eres capaz de ser justo? Una mujer te hace esta pregunta". Ni lo han sido ni lo son.
Pasaron siglos hasta que las mujeres logramos los mismos derechos que los hombres y tampoco fue fácil que se llamaran humanos. El derecho al aborto es el que más ha costado, y cuesta, alcanzar; hoy un ministro "machito" nos lo quiere volver a "jibarizar" y, ante ello, las mujeres protestamos sin que apenas se nos oiga. Del cuerpo femenino se ha hecho, se hace, un uso y un abuso tan desmedido, que las activistas de Femen, sólo tres mujeres muy jóvenes y preparadas, de diferentes nacionalidades, han realizado con el suyo lo que han querido: usarlo de pancarta, sin importarles los repugnantes comentarios que, una vez más, han hecho "los bien pensantes".
Recordar que el aborto es un derecho potestativo y regulado, pero no de ejercicio obligatorio, resulta aburrido, como lo es reiterar el respeto por la conciencia individual; no debe ser delito, aunque aún sea pecado y no conviene ser más papistas que el Papa. En todo caso, que no se olvide: lo más sagrado es lo humano.
Via: elalmeria.es
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