Las abuelas de las Femen

No eran ms de cuatro. Llegaron como un huracn, agazapadas bajo caperuzones y capas negras. Extendieron un crculo de organo en el suelo --"es marihuana", decan--, saltaron al interior y empezaron a hacer y decir cosas que pasmaron a los peatones y al puado de periodistas que haban logrado arrancar de las redacciones. "Las mujeres son las personas que ms tiempo llevan oprimidas sobre la tierra, pero esta, por fin, es la Estacin de la Bruja --se le oy decir a una de ellas frente al Gem Spa del East Village de Nueva York--. El mismsimo Satn se sienta en este comit y demandamos el derecho de informarle y besarle el culo, como hace toda Amrica".

Aquel fue el primero de los mltiples aquelarres de una guerrilla feminista que, a finales de los 60, vindic con acciones espectaculares el lado oscuro de la historia de las mujeres, y dej un legado en el que hoy se miran desde las Femen hasta las Pussy Riot. Se hicieron llamar W.I.T.C.H. (brujas en ingls) y, bajo el subttulo de Conspiracin Terrorista Internacional de las Mujeres del Infierno, se convirtieron en el dedo acusador y la mala conciencia de sus compaeros de la izquierda radical que se llenaban la boca hablando de la liberacin de las mujeres y luego las relegaban al papel de "espectadoras o taqugrafas en las asambleas". La frase-bala aparece en el prlogo de WITCH (La Felguera), un libro que ha escarbado en la herencia extraviada de estas mujeres que contemplaron cmo en la contracultura revolucionaria "se repetan los viejos esquemas machistas que haban sufrido ellas mismas, sus propias madres y tambin sus abuelas".

Estas y otras crticas bullan en la cabeza de un pequeo grupo de mujeres que, pocos das antes de aquel primer aquelarre, se haban reunido en el apartamento de la activista Robin Morgan para decidir qu hacan ante el proceso de los llamados Ocho de Chicago, detenidos en los disturbios contra la guerra de Vietnam que se desataron durante la convencin demcrata de 1968. "Nosotras habamos trabajado en la organizacin de las manifestaciones y ninguna fue acusada. El comit decidi que solo los hombres eran los lderes y eso nos jodi", recuerda Roz Payne. Ese nosotras inclua el nombre de Sharon Krebs, tambin presente en aquella velada y en cuyos antecedentes figuraba haber irrumpido en la convencin desnuda, desfilando con gesto solemne con una bandeja con una cabeza de cerdo. En un pas en el que Jackie Kennedy, ms que una exprimera dama, era un estilo de vida, aquel uso del cuerpo como afrenta, no como objeto de seduccin, sent como un patada en los dientes.

Pero volvamos a aquel da en casa de Morgan. Las reunidas descubrieron que los problemas de una eran tambin los de todas. "La revolucin empieza en nuestras propias vidas", era uno de los estribillos de la poca. Aquel da, Morgan y sus amigas decidieron que, en adelante, se escindan de sus compaeros yippies. Morgan llevaba tiempo hablndoles de la historia oculta de las mujeres, de los miles de brujas asesinadas porque su saber y sus prcticas escapaban del poder. "Fueron las primeras que practicaron abortos y distribuyeron hierbas anticonceptivas", vindicaron en sus textos. Y pensaron que no haba figura que escupiera mejor sobre todo lo que se espera de una dama que las brujas. Acaso se esperaba de ellas que fueran buenas cocineras? Que cupieran en una talla 36 y fueran a la peluquera? Que esperaran a sus maridos con la sonrisa puesta, el diario y las zapatillas? S, las brujas eran el smbolo que buscaban.

"W.I.T.C.H. vive y re en cada mujer, es la parte libre de cada una de nosotras, que se esconde bajo las sonrisas tmidas, el maquillaje o la ropa asfixiante --subrayaron--. Si eres mujer y te atreves a mirar dentro de ti, eres bruja". Vestidas en consonancia, ejecutaron el aquelarre en Nueva York y lo repitieron luego en Washington, donde irrumpieron en las vistas del Comit de Actividades Antiamericanas que sentaba en el banquillo a los acusados de instigar las protestas de Chicago. "Dibujamos un crculo en el suelo --recueda Roz Payne--, nos metimos dentro y lanzamos nuestro hechizo a todos los hombres del comit y tambin a nuestros chicos de Chicago".

Auge del 'black power'

En pleno auge tambin del black power , las brujas urbanas se multiplicaban a ritmo endiablado. Aparecieron grupos autnomos y antijerrquicos en Boston. Chicago. San Francisco. Portland. Austin. En apenas dos aos, sus conjuros sacudieron todo lo que oliera a sexismo y capitalismo, y se convirtieron en un smbolo de desobediencia femenina que ha llegado hasta nuestros das.

Su agenda era endiablada. La noche de Halloween se plantaron en Wall Street y, con los ojos cerrados y las cabezas bajadas, invocaron un hechizo de brujas argelinas y anunciaron el hundimiento de la bolsa (poca broma: al da siguiente, cay 1,5 puntos y, cinco das ms tarde, se desplom hasta 5). Comandos de brujas tambin hechizaron "la poltica opresora" en el tercer mundo de United Fruit Company, a la que acusaban de tener conexiones con la CIA, y rociaron el Departamento de Sociologa de la Universidad de Chicago con mechones de pelo y uas tras haber despedido a una profesora feminista radical. Boicotearon concursos de misses y asaltaron la feria nupcial de Nueva York el da de San Valentn de 1969. Leyendo como nadie los tiempos y desenmascarando el subtexto que an rige la industria de la moda y la cosmtica, aquellas brujas percibieron la mercantilizacin de las emociones y la inseguridad femenina. "Compra cosmticos y ropa de fantasa para estar guapa. Compra comida gurmet para poder llegar al corazn de un hombre. Ten una luna de miel glamurosa para lograr estatus en la oficina. Compra desodorante para estar delicada y segura "-- deca el texto-titadine dirigido a las empresas nupciales--. Y, despus de todo, an le falta sentido a tu vida? Entonces concdete un estmulo y pasa la tarde eligiendo qu tonalidad de papel higinico es ms t ".

En 1970, tambin ocuparon la redaccin de Rat , y Morgan public Adis a todo lo dems en el que denunci que la izquierda revolucionaria funcionaba como un "microcosmos capitalista: con los hombres compitiendo por el poder y el estatus en la parte de arriba, y las mujeres haciendo todo el trabajo en la parte de abajo". Como caba esperar, el discurso fue "infravalorado, ridiculizado y tildado de contrarrevolucionario", dice el libro. Finalmente, sus textos y boicots acabaron entre los cascotes del derrumbe sesentayochista. Sin embargo, su legado y el orden del da de sus crticas resultan tan actuales como hace 45 aos.

Via: elperiodicoextremadura.com


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